
Durante los días 6, 7 y 8 de marzo se celebraba en Pamplona el congreso bajo el título
La situación de las artes, dirigido por Francisco Jarauta, catedrático de Filosofía en la Universidad de Murcia, y miembro del patronato del Museo Reina Sofía. Con invitados tales como Kevin Power, Delfín Rodríguez, Anna María Guasch, José Lebrero y José Miguel G. Cortés, se debatía esa situación de las artes hoy día, en la que se está llegando a una situación retrógrada de la defensa de la privacidad y de lo individual, a fin de cuentas, de la fuerza de la personalidad propia del artista, dejando sin considerar que el público es ya un espectador global. ¿Es o no el arte algo escindido de la realidad social y política? Es el debate que planteaba Jacques Rancière en su
Politique de la littérature. Cuando el arte se une a la cuestión política puede hablar de realidades, aunque sea de realidades sociales que se proyectan como utópicas.
En un mundo global a través de la red, de la ausencia de fronteras trazadas con escuadra y cartabón, que muestra cada día el flujo migratorio de unos países a otros, más allá de lo que esté definido como legal, hablar del arte como algo privado y privatizado no se instala en el discurso político que el mundo muestra cada día. Es más importante hoy día el proyecto del arte como educación (hacia la alteridad), que el proyecto del arte como defensa de un yo individual que se deshace en su defensa de su privacidad.
Lo importante es que se creen formas de interpretar el problema del arte y de la política cultural que sean reivindicativas. Una vez que tengamos los discursos teóricos, podremos comprender mejor cómo funcionan los problemas. Ni el público puede mantenerse en la ilusión del sujeto individual, ni el artista. Es una relación entre ambos, que debería dirigirse directamente hacia el mundo. Wölfflin, Riegl, marcaron la revolución interpretativa en la que el arte se configura como magma en el que se puede ver la época, el arte como forma cultural reflejo de la época, y eso apunta hacia un ámbito que no sólo se queda en el artista-productor o en el público-observador, sino que se dirigen hacia el momento político y social en el que se instalan:
Resulta fácil reconocer que a lo largo de los últimos 25 años ha crecido de una manera notable todo aquello que tiene que ver con las instituciones relacionadas con el arte moderno (museos en sus diferentes variantes, circuito de galerías, etc.). La historia de estas instituciones a partir de finales de los setenta ha sido extraordinaria. Una feria como ARCO de partida pasa a ser ya un fenómeno que trasciende los aspectos propios relacionados con el coleccionismo de arte contemporáneo y es más una fiesta del arte, con una atención muy particular a los aspectos que podemos llamar culturales en sus diferentes formas.
Posiblemente los resultados de esta política hoy ya pueden identificarse: por una parte, ha habido una normalización que consiste en que cada comunidad ha querido tener su institución cultural específica, que atendiera intereses y perspectivas propias. La normalización ha sido institucional, aunque después la vida de los museos es más penosa, porque trabajan con conceptos relativamente convencionales, exponiéndose muy poco a lo que hoy acontece en el mundo del arte.
Por otra parte, no creo que sea muy real la relación que establece con el arte la sociedad española, que evidentemente también ha evolucionado. Muchos museos, incluso los más importantes, prácticamente se han mantenido al margen del debate crítico fundamental para una mejor comprensión de las tendencias. Es difícil entender que, por ejemplo, un museo como el Reina Sofía, por citar el buque insignia de los museos de arte moderno en este país, no disponga casi de instrumentos de debate: no tiene su propia revista, no desarrolla las discusiones pertinentes y se legitima solamente a sí mismo con el ritual de cada exposición y sus catálogos.
Francisco Jarauta, "Conversación con Francisco Jarauta". Entrevista realizada por Pedro Medina en ArteContexto, nº 13, 2007/1.