28 abr 2020

Me hubiera gustado



Me hubiera gustado, en esta época, tener cerca personas con más arrojo en la vida, con más rebeldía. Personas que no se dejan poner el yugo, ni se seducen por emociones lastimeras. Personas sin tantos miedos, que no sucumben a la manipulación de los medios de comunicación y la política de un régimen. Personas con criterio y defensa de un sentido común propios. Me hubiera gustado, porque, de tenerlas cerca, se hubiese podido compartir una sororidad profunda a nivel también de contacto físico. Hubiera estado bien.
Doy gracias al menos que conozco personas que, aunque desde la lejanía kilométrica, nos hemos acompañado en el proceso. Sin esas personas, el mundo estaría lleno de seres como los que veo alrededor cada día. Seres que caminan, como en The Wall de Pink Floyd, cual carne humana, hacia una trituradora.

Comprendo que cada uno hace lo que puede.

Las situaciones límite nos clarifican quiénes vibramos en el mismo latido.

27 abr 2020

Una vida no deseada



Cercana a la locura. Entonces puedo comprender cómo la mente es capaz de desconectarse de la realidad. Anestesiada, empatizo con todas aquellas personas que viven el encierro en soledad. Y me pregunto cómo debe ser vivirlo en soledad con cierta edad. De muchos colectivos se habla, padres con hijos, enfermos mentales, ancianos, pero no se habla de la soledad en Europa, de todas aquellas vidas a las que la socialización se ha visto truncada por el encierro. La falta de afectos en casa supone la ausencia de una de las necesidades más básicas. Entonces ya todo poco importa. Ni las multas, ni los toques de atención, porque mendigar afecto se convierte en la lucha diaria. Ojalá existiera un botón de pausa, pero la realidad es que cada día que me levanto es cada vez un mayor esfuerzo por vivir una lucha en contra de una vida no deseada, en la que lo mínimo que me puede pasar es vivir enfadada. 

20 abr 2020

Ser libre

Imagen Susana Pacheco Martínez

Una es libre cuando decirse hacerse libre, porque incluso en la prisión puede adquirirse libertad. 
Mi sangre es libre. Mi pensamiento es libre.
Siempre puede haber una cárcel mayor. Quién sabe lo que nos depare este totalitarismo. Por el momento hoy decido ante mi conciencia hacerme libre, abandonar mi condición de ser manso. Y, en el silencio, como un felino sigiloso, nadie puede seguir mis pasos, porque ya mi volición es libre y dejo mi cuerpo hacerse libre. Libre sobre todo de amar a esas maravillosas personas rebeldes. 

17 abr 2020

Arriesgar a vivir



Arriesgar a vivir. Eso es lo que hemos hecho hasta ahora, estos años, antes de que se llenasen los medios de comunicación y redes sociales sobre Coronavirus y vaticinios fatalistas de futuro al estilo Nostradamus.
Vivir una vida digna es arriesgarse a vivir. Puedo vivir una vida basada en la supervivencia cuyo único objetivo sea procurarme el escenario de una muerte lejana. Vivir tapado, con gafas, mascarillas biónicas, guantes, sin salir de casa, sin abrir ventanas, rechazando a los otros. Sin embargo, voy a morir igualmente. Arriesgarse a vivir es vivir, porque es aceptar ser parte de la naturaleza y exponerse a ella. Como hemos venido haciendo en la historia, dejando que virus nos penetraran en el organismo y confiando en nuestro cuerpo y su capacidad de supervivencia. Y, sí, arriesgándonos también a morir. En suma, no pensar si me estoy infectando, sino vivir, simple y llanamente vivir.
Quizás lo que más me ha influido en tener esta tranquila visión de no vivir con miedo a vivir sea haber podido compartir un tiempo de este confinamiento con mi madre, que ha sobrevivido a un cáncer de mama bastante agresivo y con mal pronóstico. Eso le da una visión de la vida de una forma muy alejada de las neurosis que nos rodean. Y es que, sí, cuando una persona ha estado bailando al son de la muerte, intoxicada por todo tipo de quimios, radios y pastillas anexas, sabe lo importante que es cada segundo de vida digna. Entre tanto vaticinio fatalista la vida se escurre sin piedad, mientras vivimos engañados con pausar el tiempo esperando poder seguir viviendo. 
Arriesgarse a vivir, sí, para mí supone salir a la calle y dejarme penetrar, dejarme sentir, dejar que el aire entre en los pulmones sin barreras. Arriesgarse vivir supone acercarme al otro, abrazarlo, besarlo, sin pensar en suspicacias ni contagios mutuos. Arriesgarse a vivir es aceptar la naturaleza animal, mamífera, es aceptar que formo parte del todo de la naturaleza. 
Y cada día doy gracias a mi madre por su visión y a la vida porque me ha puesto algunos seres humanos en mi camino que se arriesgan a llevar una vida digna.
Ese es el verdadero sentido de solidaridad. Construir un entorno mutuo sin vivir de espaldas a la naturaleza. No dejar abandonados ancianos en soledad en su casa por miedo a infectarlos. Atender a las personas con la humanidad que nos caracteriza y forma parte de nosotros.

4 abr 2020

El problema existencial sobre la enfermedad y la muerte en Occidente a raíz del coronavirus


Cuando observo alrededor los comportamientos de las personas a raíz del coronavirus desarrollando patologías mentales en base al miedo, cuando observo a mi alrededor las políticas autoritarias que se han establecido en base al miedo, soy cada vez más consciente de que el problema occidental de base no es más que algo existencial.
Este pensamiento me ha rondado en otras ocasiones de una forma más o menos perfilada, pero no tan clarividente. Cada vez que viajo en cuanto tengo vacaciones a un país menos desarrollado -donde me gusta especialmente viajar, para poder enfrentarme a los límites de mi cultura- tengo esa impresión. En los países menos desarrollados, se desarrolla una mayor sabiduría existencial, porque existe una mayor educación vital sobre la enfermedad, la muerte y los límites del ser humano. Y es que en ellos se aceptan estos tres factores, porque se convive y se vive con ellos diariamente. 
Y es que, por ejemplo, ahora mismo puedo pensar que en Etiopía, Guatemala, Vietnam, Tailandia, Malasia, Túnez para la mayor de la población el menor de los problemas sea el coronavirus, cuando tienen cada día que salir a buscar alimento, por ejemplo. O que en países en los que existe el ébola, la malaria o el VIH y la gente muere de eso, el coronavirus sea meramente una minucia. O en aquellos que sufren cada dos por tres tifones, tsunamis, monzones arrasadores, el coronavirus sea algo anecdótico.
El coronavirus se ha convertido en un problema occidental, porque somos los occidentales quienes hemos pretendido establecer una "guerra" médica en contra de la naturaleza, en el que se establecen cifras falseadas y combates entre países por cifras de muertos, recuperados, infectados... Sin embargo, la naturaleza es tan imponente, que hay un punto en el que los medios médicos no pueden llegar a ello. Bien es cierto que se puede invertir más en sanidad, pero nunca podrá la sanidad combatir toda la acción de la naturaleza, cuando esta actúa sobrepasando el ímpetu todopoderoso del ser humano occidental. También es cierto que la naturaleza es tan imponente que ni la mera estadística funciona con ella, porque necesitaríamos miles de millones de test para hacer números coincidentes con la realidad y de poco sirve. 
No quiero decir con ello que no se deba hacer uso de todo el sistema posible para poder salvar al mayor número de gente. Lo que pretendo aquí decir es que hay un momento en el que de una forma u otra nos vamos a tener que enfrentar a la aceptación de la muerte, a la aceptación de la enfermedad y a la aceptación de los límites de la medicinan.
Quizás todo esto sea una lección de humildad al mundo occidental. Quizás sea un replanteamiento de los patrones existenciales. O quizás para muchos sea simplemente un abrazo a comportamientos en base al miedo de los que luego tengan que recuperarse.
Quizás cabe replantearse de nuevo las palabras de Buddha: {Lo que más me sorprende de la humanidad son } Los hombres que pierden la salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud y, por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente de tal forma que acaben por no vivir ni en el presente ni en el futuro, viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubiesen vivido.