17 abr 2020

Arriesgar a vivir



Arriesgar a vivir. Eso es lo que hemos hecho hasta ahora, estos años, antes de que se llenasen los medios de comunicación y redes sociales sobre Coronavirus y vaticinios fatalistas de futuro al estilo Nostradamus.
Vivir una vida digna es arriesgarse a vivir. Puedo vivir una vida basada en la supervivencia cuyo único objetivo sea procurarme el escenario de una muerte lejana. Vivir tapado, con gafas, mascarillas biónicas, guantes, sin salir de casa, sin abrir ventanas, rechazando a los otros. Sin embargo, voy a morir igualmente. Arriesgarse a vivir es vivir, porque es aceptar ser parte de la naturaleza y exponerse a ella. Como hemos venido haciendo en la historia, dejando que virus nos penetraran en el organismo y confiando en nuestro cuerpo y su capacidad de supervivencia. Y, sí, arriesgándonos también a morir. En suma, no pensar si me estoy infectando, sino vivir, simple y llanamente vivir.
Quizás lo que más me ha influido en tener esta tranquila visión de no vivir con miedo a vivir sea haber podido compartir un tiempo de este confinamiento con mi madre, que ha sobrevivido a un cáncer de mama bastante agresivo y con mal pronóstico. Eso le da una visión de la vida de una forma muy alejada de las neurosis que nos rodean. Y es que, sí, cuando una persona ha estado bailando al son de la muerte, intoxicada por todo tipo de quimios, radios y pastillas anexas, sabe lo importante que es cada segundo de vida digna. Entre tanto vaticinio fatalista la vida se escurre sin piedad, mientras vivimos engañados con pausar el tiempo esperando poder seguir viviendo. 
Arriesgarse a vivir, sí, para mí supone salir a la calle y dejarme penetrar, dejarme sentir, dejar que el aire entre en los pulmones sin barreras. Arriesgarse vivir supone acercarme al otro, abrazarlo, besarlo, sin pensar en suspicacias ni contagios mutuos. Arriesgarse a vivir es aceptar la naturaleza animal, mamífera, es aceptar que formo parte del todo de la naturaleza. 
Y cada día doy gracias a mi madre por su visión y a la vida porque me ha puesto algunos seres humanos en mi camino que se arriesgan a llevar una vida digna.
Ese es el verdadero sentido de solidaridad. Construir un entorno mutuo sin vivir de espaldas a la naturaleza. No dejar abandonados ancianos en soledad en su casa por miedo a infectarlos. Atender a las personas con la humanidad que nos caracteriza y forma parte de nosotros.

No hay comentarios: