
Un día como hoy, en 1938, murió una de las grandes escritoras de voz hispana de la historia: Alfonsina Storni. Esta autora deleitó a los lectores con una profusión de sentimientos que, arraigados en una base social, van cabalgando en los versos con el ritmo que coincide con nuestro latido. Alfonsina Storni es un canto a la madurez de una mujer que es consciente de su situación y de la diferencia de trato que conlleva serlo a nivel social. Desde su primer poemario, La inquietud del rosal (1916), hasta su último Mascarilla y trébol: círculos imantados (1938), desde sus obras de hasta sus poemas en prosa o sus ensayos hoy recopilados en Nosotras y la piel (Buenos Aires, Alfaguara Argentina, 2005), Alfonsina es una mujer que se concibe libre, que cree haber contribuido al desarrollo hacia la igualdad comparándose con sus antecesoras. Es una mujer que siente, que ama, que sufre, que se alegra, que reclama que es en la verdad del sentimiento donde el trato humano nos reconoce como iguales.
Es una mujer que nos hace llegar al valor de una vida que fue terminada por voluntad propia en el Mar de Plata, metáfora de la libertad, antes de afrontar un duro proceso de enfermedad que le llevaba a la muerte.
Es una mujer que nos hace llegar al valor de una vida que fue terminada por voluntad propia en el Mar de Plata, metáfora de la libertad, antes de afrontar un duro proceso de enfermedad que le llevaba a la muerte.
Peso ancestral
Tú me dijiste: no lloró mi padre;
tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
no han llorado los hombres de mi raza,
eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
y me cayó en la boca...; más veneno.
Yo no he bebido nunca en otro vaso
así pequeño.
Débil mujer, pobre mujer que entiende,
dolor de siglos conocí al beberlo:
¡oh, el alma mía soportar no puede
todo su peso!
Bien pudiera ser
Bien pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
Tú me dijiste: no lloró mi padre;
tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
no han llorado los hombres de mi raza,
eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
y me cayó en la boca...; más veneno.
Yo no he bebido nunca en otro vaso
así pequeño.
Débil mujer, pobre mujer que entiende,
dolor de siglos conocí al beberlo:
¡oh, el alma mía soportar no puede
todo su peso!
Bien pudiera ser
Bien pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.
Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...
A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.
Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.