La música es el lugar que ha adornado las últimas horas del día, llegando en los momentos en los que la noche hace que las barreras que pone el día al corazón se vuelvan porosas. Así la emoción ha tocado directamente el corazón.
Anoche regresé de escuchar a María Ángeles tocando unas piezas de Bach en un órgano de Iglesia. Poca luz entraba por la vidriera de aquella estancia, la oscuridad daba fuerza al sonido del roce de sus zapatos con las teclas del teclado de los pies. Esos zapatos de piel blanda que marcaban el ritmo con el que ella vivía la música de Bach, adornando las melodías de éste con el ritmo de su latido.
Esta mañana me despierto, y, antes de viajar a Valencia, me encuentro un correo de Noemi en el que me enviaba una versión preciosa de la Llorona cantada por Chavela Vargas. Habíamos hablado de esta fantástica canción tantas veces, pero no hay más emoción que la que entra recién levantada directamente dentro.
Me llevo la emoción de la música estos días a Valencia.
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