
Ruego me perdonen hablar hoy de mí misma, pero soy feliz. Acabo de saber, hace unos minutos, el resultado de la oposición de secundaria, especialidad de filosofía, modalidad de ingreso libre, en la Comunidad Valenciana. Y he aprobado. ¡Al fin! Tanto trabajo que tiene su recompensa, y casi no me lo puedo creer. Estoy la 24 de 30 plazas, sin pasar por interinidades, ni por ninguna clase de sufrimiento más que el propio de sacar la oposición. Sí, ciertamente, sacar las oposiciones de secundaria, especialidad de filosofía, modalidad de ingreso libre es cosa de esfuerzo, de trabajo. Por mucho que se hable del privilegio de los interinos, por mucho que se hable de los enchufes, por mucho que la vida se llene de mitologías, es trabajando y esforzándose como se consiguen las cosas (salvo en regímenes públicos corruptos, de gobiernos, de organizaciones tipo universidad en España, y de otras cuantas. Menos mal que la enseñanza secundaria todavía no está prepretada de estos especímenes). Así es, creemos en nosotros, en nuestra capacidad y nuestro trabajo, y podemos conseguir nuestras metas. Sí, nunca he creído en la mitología más que como relato que nos entretiene, nunca he creído en religiones, ni enchufes, ni en favores, ¿por qué? Porque es más fácil creer en uno mismo y en la sociedad que nos rodea. Antes que todo eso, creamos en nosotros mismos, creamos en la bondad y la justicia de las personas, y el mundo será más ético, más razonable, más social.
¿Dónde voy a ir? Todavía no lo sé, y hasta el día 27 no lo sabré (día de las adjudicaciones). Lo que sé es que soñé tener una base de operaciones en el Mediterráneo, desde la que establecer la nueva educación, los nuevos viajes, los nuevos aprendizajes, y ahora podré tenerla de la manera que más me ha gustado de entre todas las posibilidades que se presentaron en la vida. Sí, siempre soñé que mi trabajo tuviera una proyección social directa, hacer cosas que sirviesen para alguien. Mientras estudiaba en París me di cuenta de que investigar no era lo mío. Sí, quizás por carácter, necesitaba batallar, necesitaba que mis conocimientos no quedasen tan sólo en mí misma y en unos folios escritos, sino hablarlos, quizás en el ágora de la polis, con alguien. Y así fue, así lo pensé, y, hoy por hoy, aquí estoy, quién sabe en qué pequeño puerto del Mediterráneo, pero aquí estoy, soy feliz, y quisiera compartir esta felicidad con vosotros.
Y, por supuesto, quisiera dar las gracias a las personas que especialmente me han ayudado y acompañado para que este viaje fuese tan posible como real. Quería dar las gracias a mis grandes padres, Nieves y Maxi, Maxi y Nieves, que siempre nos han apoyado y han creído en mi hermana y en mí, que han sido capaces de ofrecer la felicidad a través de la enseñanza de una ética en la vida, que nos han apoyado en los momentos más difíciles y más fáciles de la vida, con los que siempre me ha hecho ilusión compartir cada momento de felicidad, y que, en este viaje, me acompañaron hasta la puerta de los lugares para dar el último ánimo para no desesperarse.
También quería dar las gracias, y ahora que hablamos y trabajamos ambos en educación, a Francisco Jarauta, mi gran maestro, el gran maestro, que me ha venido enseñando cómo mirar las cosas del conocimiento y de la vida, que me ha enseñado también cuál es esa ética responsable con lo social, con el conocimiento, con cada paso que damos, y con el que he podido compartir maravillosos momentos de conocimiento, y amistad.
A mi hermana, Julia, también quería dar las gracias, porque siempre nos hemos apoyado, y este año, sobre todo, incluso dialécticamente, ha estado siempre ahí, al llegar a casa, para regalar una maravillosa conversación o llorar o reír conmigo.
A Rosa Jiménez, con la que el azar de la vida me hizo cruzarme en las tierras revolucionarias de Mojácar. Ella, profesora de filosofía de secundaria, no sólo me ayudó a planear y plantear la parte práctica del examen (lo cual ha sido fundamental), sino que me dio un gran ejemplo vital. Cuando tantas veces vemos a profesores de secundaria quejándose de la profesión, ella, sintiéndolo desde dentro, me dijo que amaba dar clases de secundaria. Sí, esa forma de ver y vivir la vida, que fue tan azarosa como intensa, me ha brindado el ejemplo vital al que aferrarme en esos y estos momentos.
A Antonia Bernal, que cada momento de este año ha estado cuidándome, brindándome todo tipo de apoyo, logístico, moral, para hacer que el camino de cada día fuese más agradable. En una sala de cine, en casa, en las Puertas de Castilla, con sus amigos de la revolución murciana, en una fiesta de cumpleaños, siempre ha estado allí con toda la generosidad y simpatía que desprende su maravilloso corazón.
A Carmen Cascajosa y Oriol Brugarolas, que han estado apoyándome a cada instante, dándome apoyo logístico y moral en Barcelona, donde establecí la sede para realizar las oposiciones catalanas.
A Mar Pastor, que hizo cada uno de los días de Barcelona un jardín en el que caminar soñando los nuevos viajes de la vida.
A Nacho, que me ha dado el ánimo y la técnica.
Y, por supuesto, a mi amado Tucán, el que me ha acompañado a cada uno de los lugares haciendo la vida un camino hacia la revolución. Me ha dado su maravillosa amistad, su amor lleno de jardines paradisíacos, y me ha enseñado que amar es precioso.