19 mar 2014

Fragmentos mamíferos II



Hay tres tipos de personas con las que me entiendo especialmente bien: los niños, los adolescentes particularmente los más "problemáticos" y los ancianos sobre todo con Alzheimer. A veces me pregunto o preguntan cómo puedo entenderme tan bien con ellos. Son precisamente tres tipos de personas de trato complicado, especialmente los adolescentes y los ancianos con Alzheimer. En realidad pienso que lo que mejor puede hacernos entenderlos es olvidarnos de nuestra forma de pensar habitual. Olvidar las formas racionales de pensamiento de un adulto. Olvidar las estructuras. Olvidar la imposición o presuposición de normas y pautas de comportamiento estándar. O quizás recordar. Recordar la forma irracional e imaginativa de pensamiento. Recordar las emociones. Recordar la falta de estructura. O recordar que existen pautas y normas de comportamiento flexibles e individuales. Así pues, simplemente entrar en su mundo, en el de cada una de las edades, y no pretender que ellos entren en el nuestro.

Todo lo demás es más sencillo. Un niño vive en ese mundo irracional, imaginativo, natural, emotivo, sin límites, libre. Y nunca podrá comprender explicaciones racionales ni acabará por comprender por qué existen las limitaciones, por mucho que acabe cumpliéndolas a base de riña o regañina. Un adolescente, en tanto que todavía tiene el corazón puro de un niño, se está haciéndo adulto y se le trata como tal. Ese estar entre un estado y otro le hace rebelarse ante el hecho de tener que vivir en un mundo racional, desnaturalizado, limitado, normativizado, estandarizado. Y, por ello, se rebela ante quien se lo impone. Él tampoco responderá a más limitaciones verbalizadas e impuestas ni desnaturalizaciones si no es con mayor rebeldía. Sólo atiende al respeto moral. Un anciano con Alzheimer regresa a ese mundo irracional, natural, emotivo, sin límites y libre. Y tampoco, como el niño, puede comprender explicaciones racionales ni podrá poner orden a su memoria como pretendemos.

A veces creo que no entramos en el mundo de cada cual, sino que pretendemos que las personas entren en el nuestro simple y llanamente por miedo. Cuando una persona habla un lenguaje diferente que no entendemos nos asusta. Y si habla un lenguaje diferente es porque tiene una estructura de pensamiento diferente, lo cual nos asusta todavía más. Solución: Lo adaptamos a nuestra maravillosa forma tan racional, desnaturalizada, alejada del instinto y normativizada hasta las máximas expresiones, en pos de que es la verdad, de que es la mejor forma. 

Claro, que todo esto no es más que una reflexión desde mi modesta y particular experiencia.

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