La diosa
La niña creció y creció hasta hacerse adulta, creyendo siempre ser esa diosa por la que la habían tomado de pequeña. Y, como diosa, intentaba llegar a todos sitios, ayudar a todo el mundo, deshacer el tiempo. Sin embargo, nunca podía hacerlo. Se equivocaba y estaba limitada, ya que era una humana disfrazada de diosa. Pero ese secreto solo lo sabía ella. Por eso, todos los que la rodeaban, cuando se equivocaba, se empeñaban en remarcarle los equívocos, con una sensación de decepción y extrañamiento, ya que no era algo propio de una diosa.
Hasta que llegó el día en que se quitó el disfraz de diosa, se vistió con una camiseta tuneada donde decía: "No soy una diosa. Me equivoco. Soy humana. Absténgase idealistas y creyentes llenos de expectativas", y, curiosamente para ella, comenzaron a acercarse a su lado personas que, en vez de moldearla al estilo de la diosa, no pretendían más que respetarle su humanidad.
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