Carpe Diem
Nada ni nadie es imprescindible. El tiempo de la vida sigue recorriendo su latido, independientemente de qué o quién esté y de qué o quién se haya perdido.
Nada ni nadie nos es imprescindible, ni siquiera nosotros mismos nos somos imprescindibles. Cuando acontecen las pérdidas, seguimos viviendo, caminando, haciendo hasta darnos cuenta de estar en otro lugar. En realidad, nos aferramos en la juventud o en la inmadurez a pensar que las cosas son absolutos sin los que es inimaginable la vida. Por eso desarrollamos miedos. Miedos a la pérdida de lo que se desea eterno. Sin embargo, cuando se acepta la condición de ser perenne de cada cosa, cuando aceptamos el tránsito, el viaje, el trayecto, vemos que lo que nos parecía imprescindible llega un punto que no lo es. Ni nosotros somos imprescindibles para nada ni para nadie.
Es en ese momento en el que se puede vivir con libertad el presente bajo la máxima Carpe Diem.
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