Diálogos antiepicúreos y antiegotistas
Neus Ex-Plotino: Venerada maestra, ¿qué podemos pensar del epicureísmo?
Esther Sensei: El epicureísmo no es lo que aparenta ser. Aquellos defensores del placer epicúreo se convierten a fin de cuentas en defensores de los placeres racionales.
Neus: ¿Qué es un placer racional, Sensei?
Sensei: Placeres racionales son todos aquellos que se encuentran pervertidos de lo que significa la naturaleza del placer.
Neus: Es decir, ¿aquellos que disocian el disfrute de la emocionalidad?
Sensei: Exactamente, compañera Ex-Plotino. Son placeres cálidos. Placeres moderados. Placeres vacíos de contenido. Placeres que evitan darse. Placeres que contienen en lugar de dar, que separan en vez de integrar, que compiten en vez de compartir. Los placeres del epicúreo no son verdaderamente placeres, porque el epicúreo no acepta que al lado del placer camina también el dolor. Como no desea vivir el dolor que también proporciona la vida, evita el placer emocional, el que invade las entrañas, el que hace vivir las cosas desde su profundidad.
Sensei: Nunca pretendamos utilizar ambas palabras juntas. El hedonista es todo lo contrario al epicúreo. El hedonista no disocia el placer de la emocionalidad. El hedonista corre los riesgos, apuesta por sí mismo y por el otro. Cree en los sentimientos. Acepta el dolor. Defiende la máxima de dar la mayor felicidad para el mayor número de personas.
Neus: ¡Qué luz proporcionas a las cosas, Sensei! Siempre me he considerado hedonista. Epicuro siempre me ha producido alergia. Y ahora entiendo por qué. Sin embargo, hay algo de lo que todavía cabe hablar. En ocasiones se asocia el placer al egoísmo, porque se entiende que el placer es personal, es del yo. ¿Podría decirse que un hedonista es egoísta?
Sensei: Mi querida explotino, recuerda a Michel Onfray. No hay que confundir hedonismo con egotismo. Egotista es aquel que, efectivamente, busca el placer sólo para sí mismo. Sería el epicúreo un tanto egotista, porque el otro acaba por molestarle cuando deja de navegar la superficie y pasa a profundizar. Muy diferente es la máxima ética del hedonista, que, como dijimos, busca la mayor felicidad para el mayor número de personas. El placer del hedonista no es sólo el placer personal, sino que éste estriba y comienza por hacer feliz a uno mismo y al otro. Hacer disfrutar, eso sí, desde las entrañas.
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