Dedicar tiempo
Ni todos los estudios me han llevado a un descubrimiento mejor que el que tuve pasada la adolescencia: dedicar tiempo a quien amas (tu familia, amigos, pareja...). Dedicar tiempo para que el otro sienta que estás ahí de cuerpo presente, de forma tangible, acompañándolo en su sonrisa, en su tristeza, enfadándote con él, dejando que broten los espacios de lo cotidiano. Porque al dejar que broten los espacios de lo cotidiano el ego y el individualismo se disuelven frente al criterio del otro. Ya hay que pensar por más personas que por uno mismo.
Siempre me ha fascinado el espacio cotidiano que se crea con algunas personas. Allá donde fui acabé estableciendo relaciones de cotidianeidad con alguna persona. No me agrada vivir sin alguien cerca que pueda conocer en su profundidad, que me saque en ocasiones de las casillas de mi zona de confort individual, que me recuerde en pantuflas y con los pelos "despeinaos" que existen más personas que yo misma.
Ese tiempo propio que dedicas a quienes amas es el mejor regalo, ya que es el único que no pasa por la lógica del consumo. Es decir, no se puede comprar, ni sustituir. Por más que un padre regale a su hijo millones de juguetes, si no le dedica tiempo para jugar con él, el hijo no llegará nunca a sentirse amado.
Todo esto para decir que si piensan como yo, dediquen tiempo al otro. Mejorarán sus relaciones con los demás sustancialmente y sorprendentemente consigo mismos.
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