26 ene 2015

Fragmentos mamíferos LXXI



Ser raíz II

El sentir el cuerpo nos ancla en la raíz, por hacer al sujeto ser pura fenomenología. Si escuchamos el cuerpo, él siempre tiene algo que decir. Y escucharlo nos hace ser tierra, fuente, origen, nosotros, naturaleza. El cuerpo siempre sabe lo que necesitamos. Nos dice del deseo, de la repulsión, del placer y del dolor. Y en base a ello elaboramos tantas teorías: psicológicas, filosóficas, científicas, éticas... Todas a posteriori, todas basadas en la fenomenología, todas inservibles cuando no acompañan la sensación física.
Es hermoso hacer el camino al revés, el camino de vuelta a ese origen. La educación hace que animales acaben por comportarse como seres culturales, y que no sigan sus instintos o necesidades cuando las necesiten si no es el momento adecuado para el bienestar social. Sin este paso, no existiría la higiene, por ejemplo. Es un paso necesario para ordenarse. Pero también es necesario hacerlo para saber cómo acabar por desordenar ese orden. Me explico: una vez que conocemos las pautas, las normas de la cultura, podemos entender cuáles son las absurdas -en el sentido de que son excesivamente inflexibles con el cumplimiento de las necesidades del cuerpo- y cuáles las que no lo son -en el sentido de ser más flexibles-.
Y permitirse volver a la raíz nos hace poder no revelarnos de manera frontal y cultural ante las normas que consideramos absurdas, sino simplemente incumplirlas con hechos, con simpatía, con humor y una buena sonrisa. 
Este experimento lo llevo haciendo desde hace un año y medio más o menos al dar clase (perdónenme, pero yo con los tiempos soy un poco imprecisa). Flexibilizar, permitir, dejar en la medida de lo posible ser al otro su raíz y ser uno mismo su raíz. Cuesta al principio, porque tenemos miedo. Tenemos miedo a no poder gobernar una situación o que se nos vaya de las manos. A mí permitir ser raíz no me ha reportado más que experiencias positivas (muestras de cariño, respeto moral y no autoritario por parte de mis alumnos, tolerancia, humanidad, espontaneidad, seguridad, que actúen sin miedo). Tenemos miedo a no poder gobernar una situación o que se nos vaya de las manos, porque pensamos que la única forma de gobernarla y gobernarnos es siguiendo las pautas estrictas que nos ha enseñado nuestra cultura. Y aplicamos normas y normas absurdas. Esas normas y normas absurdas nos tranquilizan, pero no solucionan nuestra relación ni con nosotros mismos ni con lo que nos rodea. Cada vez nos alejan más de nuestro cuerpo, de la humanidad y nos hacen fríos y distantes como corazas de hierro. Lo que hace que los otros nos vean acorporales, deshumanizados y atrincherados en una coraza. Y eso supone, sí, que ni siquiera el otro puede moverse desde su raíz hacia nosotros. Si nosotros no somos raíz, el mundo no será raíz alrededor nuestro. El mundo reporta lo que proyectamos en él.

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