Relatar el dolor
Me emociona que las personas me confíen sus relatos de cómo viven su dolor. Es una emoción de una empatía inmensa que me hace sentir un hilo rojo que me une al corazón de la otra persona. Y en ese momento las barreras de la carne no existen. Es como si fuese en la otra persona, llorando con su llanto, latiéndome su latido. Es en ese instante de confianza del dolor y desesperación del otro cuando brota la máxima humanidad. No hay juicio, no hay prejuicio, tan sólo el sentimiento de acogida y arrullo, sin más preguntas, sin más porqués, sin más.
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