Regresando de Damasco, con el corazón lleno de sensaciones por las tantas cosas vistas y vividas, se necesita un tiempo para saber cuánto, cómo y hasta qué punto ha marcado todo esto. En la inmediatez de las vivencias del viaje sólo puede desdibujarse un trazo como los de los cuadernos de viaje de Delacroix.
Es curioso cómo la vida está llena de esos pequeños espacios en los que uno se sorprende así mismo en su relación con el entorno y con los otros, es decir, se sorprende dejando de ser sí si no es entregándose a los otros. Y es curioso ver cómo también esos espacios buscan pacientemente reinterpretarse, reaparecer, revivir como las nuevas especies de plantas en las ruinas de las civilizaciones antiguas, siendo en su presente incertidumbre. Lo que es evidente es que ya forman parte de la arquitectura, del cuerpo, de la vida.
También una ducha maravillosa, el perfume sin polvo, y las conversaciones que antes dejamos a medio.
Es curioso cómo la vida está llena de esos pequeños espacios en los que uno se sorprende así mismo en su relación con el entorno y con los otros, es decir, se sorprende dejando de ser sí si no es entregándose a los otros. Y es curioso ver cómo también esos espacios buscan pacientemente reinterpretarse, reaparecer, revivir como las nuevas especies de plantas en las ruinas de las civilizaciones antiguas, siendo en su presente incertidumbre. Lo que es evidente es que ya forman parte de la arquitectura, del cuerpo, de la vida.
También una ducha maravillosa, el perfume sin polvo, y las conversaciones que antes dejamos a medio.
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