24 jul 2013

Fragmentos geosféricos LXXVI

 
Insomnios propios del animal

A veces la cultura nos resulta incómoda, porque en ocasiones es mucho más deseable vivir en el estado de naturaleza. La cultura hace que todo sea más complejo, y, por tanto, inasequible. Sin embargo, hay algo de la cultura que últimamente me suscita mucha atracción. Y es la cuestión del sueño.
En el estado de naturaleza, el ser humano, como cualquier animal, debe dormir alerta. Es decir, en cualquier momento puede acontecer algo que suponga un peligro o amenaza. En ese sentido, la calidad del sueño suyo disminuye y entrar en estados de sueño profundo -en los cuales realmente descansamos y regeneramos el organismo- se convierte en algo mucho más complicado.
Sin embargo, la culturización ha hecho que, antes que nada, construyamos refugios en los que resguardarnos entre otras cosas de las amenazas de otros seres que supongan un peligro. En ese sentido, la calidad del sueño ha aumentado, y podemos soñar tantas fantasías profundas como deseemos.
Pero, entonces, si vivimos en una sociedad resguardada del peligro en la que podemos llegar a tener sueños profundos y descansar adecuadamente, ¿por qué consumimos tantos narcóticos para inducir al sueño y nos preocupamos en exceso por despertarnos durante la noche o no dormir las 8 horas seguidas?
Sobre el sueño existe una neurotización excesiva producto también de la cultura. Si la naturaleza no me permite dormir tantas horas seguidas, y esa es mi condición, ¿por qué he de obligarme a dormir de un tirón tantas horas o de lo contrario considerarme un ser patológico que necesita drogas para dormir? 
En realidad, hemos creado un mundo que no se adapta del todo al ser humano, sino que consideramos que el ser humano debe adaptarse a él. Lo cual no está del todo mal. Lo que sucede es que olvidamos que nuestra naturaleza en muchas ocasiones es otra -como en el caso del sueño-, y que no es necesario domeñar al animal humano del todo obligándolo a cumplir unas normas y parámetros de normalidad establecidos de manera teórica y externa todo el tiempo. Es decir, que tampoco está demás que uno sea tolerante con los llamados "insomnios" -en tanto que nuestra naturaleza no es de hibernar-, o, lo que es lo mismo, que uno se permita licencias de deseo animal más allá de lo que diga cultura y sus discursos de normalización psicológica.

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