12 nov 2019


Epithymos, lógos y thymos

Hace más de dos mil años Platón hablaba del epithymos, el lógos y el thymos. O el deseo, la razón y el espíritu, así traducido.
El epithymos es aquello que nos lleva al placer y a la satisfacción, fundamental en el ser humano para escuchar las necesidades básicas para la supervivencia o para el bienestar del cuerpo. Es un ímpetu que nos viene de arriba, sobrevenido, ingobernable.
El lógos es la pura razón, mediante la cual podemos conocer. Para Platón este conocimiento está directamente relacionado con la capacidad de amar, porque para él es el amor la forma suprema de conocimiento. Es el amor racional lo que nos lleva a alcanzar la verdad.
Y el thymos es una mezcla entre epithymos y lógos. Contiene por un lado la capacidad de ser arrojado y de arriesgarse, es decir, un ímpetu que, a diferencia de epithymos nos viene de dentro, no nos gobierna y, por otro lado, la de acatar la verdad tal y como se presenta. Siempre tiene encarnado en sí cierto entusiasmo. De hecho, la palabra entusiasmo contiene en sí la palabra thymos. 

Dos mil años después, con las reservas que queramos poner a la interpretación platónica de la realidad, todavía seguimos siendo huérfanos de un equilibrio entre la razón y el deseo. 
Muchas veces el deseo queda disfrazado por imperativos racionales que nos impiden actuar y que, en el fondo, esconden una relación intensa del ser humano con el miedo. El miedo en la naturaleza nos ayuda a sobrevivir. Sin embargo, el miedo en el ser humano, tamizado por la cultura, nos presenta fantasmas por doquier que, en ocasiones, no son más que impedimentos para avanzar.
En otras ocasiones actuamos de forma racional, pretendiendo que se establezca un deseo hacia aquello que consideramos adecuado, "lo adecuado" o "lo correcto". 

Bien es cierto que somos herederos, entre esos más de dos mil años, de la cultura del catolicismo, que supone un desequilibrio estructural en la mente humana entre el deseo y la razón. Siendo la misma una forma racional de "controlar" o reprimir todo aquello que tenga que ver con el cuerpo.

Sin embargo ahora, de repente, hemos pasado a la cultura de la inmediatez en la satisfacción del deseo, obviando la razón.

¿Cómo encontrar el equilibrio entre ambas? ¿Existe tal equilibrio en la mente humana? Quién fuera sabia para poder alcanzarla de una forma rectilínea y uniforme. Pero las leyes newtonianas y el mecanicismo no funciona tanto en la integridad orgánica del ser humano. Y, a veces, el deseo nos desborda. Y, a veces, la razón nos ata.

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