Un día Tucán, volteando y voleteando las calles de la cosmópolis, atisbó a lo lejos la figura de un tritón. Y se acercó sigilosamente, trepando por la cola de la enorme bestia, para ver si era algún pariente de Teresita. Tritón, caminando torpemente por entre las rejas de las fachadas habitables de la cosmópolis, notó cómo Tucán, metamorfoseado en ser humano para tener mayor agilidad para trepar, subía por su cola. ¿Quién osa venir a visitarle? El gran revolucionario, el gran luchador, el jefe de los jefes apaches de sí mismos. ¿Es acaso vos, Tritón, pariente de Teresita la lagartija del barrio? No sólo pariente, sino que fui yo quien enseñó a Teresita en las artes marciales de espionaje y formas de trepar. Y es así, oh venerado Tucán, héroe entre los mortales, Hércules que venció y dirigió todas las justas revoluciones cómo Super Teresita la del barrio llegó a ser su mayor compinche, la reina republicana de la isla de Tabarca, la amiga de todos los revolucionarios, la novia de Tucán.
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