10 sept 2016

Kubo y las dos cuerdas mágicas



Ayer pude ver la película de Kubo y las dos cuerdas mágicas, de la productora Laika, que ya en su día produjo la película de Coraline. Fue una experiencia mágica en la que la película te envuelve en una esfera de reflexión sobre la vida, la muerte, el deber.  Es una película que en principio parece planteada para niños. Sin embargo, por la profundidad de su discurso, el espectador se da cuenta de estar inmerso en una obra filosófica. Kubo, un niño japonés al cual le fue arrebatado un ojo y que vive con su madre enferma, tiene el poder mágico de hacer mover figuras de papel que cuentan historias de samurais al son de su instrumento de cuerda.
La película se desarrolla cuando el niño mago entra en el mundo de los espíritus y ha de debatirse entre elegir la vida humana, con el dolor que implica, y aceptando que no es infinita, y la vida imperecedera. 
Kubo somos cada uno de nosotros y de los pensadores que han rodeado la historia de la humanidad. Sí, el ser humano siempre se ha debatido entre el deseo de creer que existe algo más allá de la muerte y el hecho de aferrarse a la vida cotidiana, humana, en la que somos seres emocionales. Kubo es la dualidad de la filosofía no solo occidental. No solo hablamos de Platón, de Descartes, incluso de Nietzsche cuando critica a Platón y a Descartes, sino que hablamos también del mundo oriental. El dualismo también está presente en la filosofía budista, taoísta, sintoísta... 
Una de las grandes preguntas que yo siempre me he realizado es por qué el ser humano tiende a plantear el pensamiento de forma dual. 
Y a la única respuesta a la que llego con el paso de los años es a que el ser humano con el pensamiento racional necesita creer y justificar su existencia y sus actos. Es decir, el hecho de que pensemos racionalmente implica que tendemos a pensarnos como seres presos por un deber moral que nos imponemos. De hecho, las sociedades se plantean en base a unas normas que son el deber ser. Sin embargo, no somos perfectos, y ese deber ser constantemente lo "corrompemos". Es decir, no podemos actuar siempre en base a una normativa cuando el deseo camina por otros derroteros. Y ahí está la humanidad. Y en ese momento decimos que somos humanos. En el momento en que no somos perfectos. Por ello, creamos esos seres perfectos, llámenlos dioses, que son los únicos capaces de tener el ideal al que nuestra mente aspira.
Y también esos seres perfectos nos sirven para justificar que nosotros somos imperfectos. De ahí la necesidad en la mente humana de pensar en base a una dualidad y de elegir en el debate siempre la vida humana, con su dolor, su tristeza, sus placeres, todas sus emociones, y a pesar de su pensamiento racional.

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