25 dic 2006
Volviste
En ocasiones no nos damos cuenta de cuán valiosa e importante es una persona en nuestra vida hasta que no la perdemos. Y entonces sentimos el vacío de su presencia, y todas las fuerzas de las emociones del azaroso latido del corazón que se dirigían hacia ella, cambian de rumbo, se dispersan en un viaje lleno de una sed inefable por conseguir de nuevo ciertas cosas, ciertas acciones, ciertos momentos que formaban ya parte de nosotros mismos. Y en un baile de máscaras se camina de puntillas creando en cada mínima cosa un paraíso fragmentado. Y quizás todas esas nuevas danzas no sean reconocidas como producto de esa pérdida, y quizás cuando vuelve a aparecer la persona, después de tantos años, es cuando nos damos cuenta de cuán alejado estaba el ritmo en ese baile de máscaras. Quizás la vida se mueve por la inquietud ante las personas que se van perdiendo en el camino, y es tan sólo esa pérdida la que nos permite encontrar otras personas, que volveremos más tarde a perder, para encontrar a otras. Cada vez con una sed más poderosa, que nos hace seguir viviendo con mayor intensidad. La vida humana es la construcción de un desierto cada vez mayor en el que se van creando pequeños oasis, que son los grandes paraísos del día a día.
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2 comentarios:
Hermosas y emotivas palabras que empapan a las personas, palabras que hacen soñar en oasis utópicos.
La vida como un viaje donde el sendero nunca termina, donde encuentras a tus semejantes con alegría del encuentro porque has sido consciente de la perdida.
Es una visión muy hermosa y acertada, creo yo, de lo que es la vida un conjunto de cruces con personas que dan experiencias únicas, sentimientos irremplazables y recuerdos que van componiendo el puzzle de la propia existencia.
Esos viajes que hacemos en la vida, esos puzzles que nos van componiendo, que a veces tienen un nombre de piel, otros de arquitectura, otros de lenguaje, y todos llenos de la sed de las curiosidades que la pequeña casa nómada de la arquitectura radical ya dibujaba. Gracias, Rosa.
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