Tucán y Teresita están de vacaciones. Cada mañana cuando se levantan, se asoman al palo de la casa de colores que fabricó Tifón para ellos en el Palmerar. Y bailan un poco para dar la bienvenida a la mañana. Tucán mueve el ala aerodinámica que le perfeccionaron con tecnología neumática después de una lesión que tuvo sobrevolando el Polo Norte, y Teresita, enganchada de la cola al palo, da vueltas y más vueltas hasta que queda extasiada. Entonces Tucán la recoge con ese gran ala de último avance en cirugía plástica, y le ayuda a entrar a la casa. En ella Tucán y Teresita tienen su sofá azul y una televisión de cartón que Teresita pintó, porque, aunque a Tucán no le gustaba la televisión, a Teresita le gustaba sentarse con Tucán enfrente de la misma, para mirarla juntos en el sofá. Teresita pintó en la televisión el plano de una señora que está dando las noticias, porque mientras Tucán se queda embelesado imaginando cuáles serán las novedades de las revoluciones a nivel mundial de cada día, Teresita juega a su juego preferido, "el juego del telediario", lo llama. Consiste en hacerle cosquillas y chinchar a Tucán para conseguir que le haga caso a ella más que a las noticias del Telediario. Escasa vez lo consigue, porque las revoluciones a nivel mundial son muy importantes para Tucán y para ella. Sólo que ella, como es así, a la vez que las escucha crea juegos para que Tucán se siga dando cuenta a cada segundo de que existe.
Los fines de semana, cuando llega la reunión de Tucanes revolucionarios a Tabarca, para el descanso y la recapitulación semanal de las revoluciones del mundo, Teresita y Tucán cogen su barco de vela, Hishashi, y Teresita, subida al mástil más alto va buscando en el horizonte cuándo se divisa la isla, mientras que Tucán, con su gorro azul de marinero, ribeteado de dorados a juego con el timón, va surfeando con las olas.
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