Cuando una hermana pequeña se casa uno sabe que dará un gran paso en la vida. Un gran paso de independencia y separación. Julia se ha hecho mayor. Ya no es una niña, ya no es aquella rebelde adolescente indomeñable, sino una mujer. Y la sensación o el cúmulo de sentimientos que tiene una hermana mayor que siempre ha intentado protegerla es por una parte la de orgullo y satisfacción -está ahí y ha llegado hasta ahí, ya no necesita de nadie más que de sí misma- y por otra la de pérdida -hay que compartir su tiempo con otros-. Todo ello forma en el corazón una de las más hermosas catarsis que he vivido.
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