Momentos místicos
Repetidas veces experimento una misma emoción. Cuando entro a diferentes templos en distintos lugares del mundo, me veo sobrecogida por una sensación de profundo misticismo. No podría decir que entro en unión alguna con la divinidad, dado que soy atea. Sin embargo, vivo de una forma profundamente física lo que Richard Sennett ya catalogaba en su libro Carne y piedra. Es un cosquilleo sostenido, cercano a un escalofrío estremecedor y con tintes lejanos de placer orgásmico que produce el mismo edificio. Y es que la arquitectura del templo está pensada, en esa grandiosidad inmensa, para que el sujeto se empequeñezca. Y al empequeñecerse guarda el silencio apropiado para afrontar su soledad.
Podría incluso decir que los momentos de mayor lucidez y clarividencia en el pensamiento los he tenido en esos instantes místicos bajo los templos. Todavía recuerdo cómo la Gran Mezquita de Sana'a en Yemen me llevó a decidir luchar por estudiar unas oposiciones de profesora. O cómo la Mezquita Azul de Estambul me llevó a abandonarme ciegamente al amor. O incluso, cómo no, el Templo budista de Then Hou en Kuala Lumpur me ha llevado directamente a amar la decisión de ser madre.
Sin embargo, también hay lecturas que nos pueden provocar esas sensaciones de soledad mística. No olviden el libro de relatos Abandonarse a la pasión de la japonesa Hiromi Kawakami.
Sí, quizás los momentos místicos son los más pasionales que puedan describirse en la biografía de una persona. No olvido nunca a Santa Teresa de Jesús:
SOBRE AQUELLAS PALABRAS
"DILECTUS MEUS MIHI"
Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que es mi Amado para mí,
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado,
que es mi Amado para mí,
y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí,
y yo soy para mi amado.
"DILECTUS MEUS MIHI"
Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que es mi Amado para mí,
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída,
y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado,
que es mi Amado para mí,
y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí,
y yo soy para mi amado.
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