Amor = Simbiosis
Me gusta la primavera. Fluye en ella la vida. Nacen las larvas. Abren las flores. Todo se llena de ese plomizo polvo amarillento. La primavera es eclosión.
Y en ella crecen las simbiosis. Adoro la generación espontánea de simbiosis. Un misterio saber, por ejemplo, cómo una especie de árbol del Amazonas deja a las hormigas conquistar su tronco a cambio de la defensa contra el escarabajo que lo ataca.
Cuando uno está en estado de procrear, se tornan los actos mucho más instintivos. Y así, el amor comienza a aparecer como una simbiosis. Tantas recetas para definirlo, tantos doctorados en estética romántica, cuando de repente se convierte en nada más que un pacto de acople y colaboración.
¿Por qué ciertas relaciones no van adelante y otras sí -y hablo de relaciones en un sentido amplio, no solamente de pareja-? Simplemente porque en las primeras no hay un pacto de colaboración y en las segundas sí. En suma, porque tan sólo en las últimas se produce una simbiosis. Es decir, sólo en las segundas eclosiona el amor.
En realidad, todos los seres humanos necesitamos de los otros. Recuerdo a Aristóteles y a tantos otros filósofos. El ser humano es sociable por naturaleza. De los otros, necesitamos que nos aporten lo que no tenemos, aportar lo que no tienen, reforzarnos mútuamente las cualidades, pero, sobre todo, interactuar y respetarse en la diferencia. Conocer la alteridad, el otro.
Una buena simbiosis da, recibe y respeta. Y a mí me parece mágica cuando sucede, porque, al igual que las hormigas no hablaron con el arbolito para establecer tal pacto de colaboración, creo que los seres humanos creamos simbiosis sin necesidad de someternos a un proceso de raciociono o racional.
En suma, que es absurdo intentar convencernos de que con una persona una amistad o relación nos va bien, cuando no existe simbiosis de manera espontánea y tampoco es necesario arruinar una buena simbiosis espontánea por planteamientos racionales de qué será será y de y si... y si...
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