2 sept 2013

Fragmentos geosféricos LXXVIII



El maquillaje

Últimamente no dejo de tener el sueño recurrente de montar a caballo. Voy por las estepas de miles de tonos de marrones. A su vez, crece en mí el desprecio al maquillaje de una forma exponencial. Tanto, que veo una toalla manchada con él y me cabreo. Comprendo que el maquillaje pretende embellecer el rostro fundamentalmente femenino, pero nunca se han preguntado por qué precisamente el femenino necesita ser embellecido? 
Para empezar, cualquier rostro excesivamente maquillado siempre me ha producido rechazo. Si uno se maquilla en exceso es porque tiene cosas que desea ocultar, no es transparente, natural. Si lo fuese, se dejaría ver tal cual es, sin necesidad de máscaras, con sus bellezas naturales y sus heridas, en suma, trasluciendo el camino que ha recorrido su vida. 
Precisamente sobre ocultamientos trata la historia en femenino. La mujer ha sido la maquillada, porque en primer lugar debía estar bella adaptándose a un ideal externo impuesto por unos cánones fundamentalmente masculinos. En segundo lugar, porque ha tenido que asumir el papel de relegada a un segundo plano, silenciada y ocultada en un universo dedicado a la masculinidad. La mujer ha sido un objeto de exposición sin voz ni voto, perfilada. Así pues, no me pidan que ame el maquillaje, ni el rimel, ni los lapicitos de rayas de tres al cuarto cuando me recuerdan tantas imposiciones en la historia de la mujer. Que vivan las mujeres transparentes, naturales, que no se dejan perfilar ni silenciar, que cabalgan libres por las estepas en caballo!! Son las que por fortuna más huella dejan en el camino de la biografía. 

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