La Mancha
Cuando regreso a la Mancha siento un contraste con respecto a la zona mediterránea donde vivo que no sólo se observa en el paisaje. Quizás lo que más diferencia a la Mancha de la Costa Blanca es la austeridad que tiene la primera y la segunda no. Sin que esto sean más que generalizaciones sacadas de mi propia experiencia, recuerdo todavía esa sensación de contraste cuando llegué a la Universidad de Murcia a estudiar filosofía. Me sorprendían tres cosas: la ropa de la gente, que me resultaba mucho más sofisticada, sobre todo los domingos, lo generosos que eran allí con las celebraciones -es decir, no escatimaban en grandes manjares- y lo fácil que era tener una amistad aparentemente. Esto último me chocaba especialmente. La gente era capaz de charlar contigo una tarde y llamarte amigo. Y, lo que todavía me resultaba más chocante, en dos o tres veces que vieras a una persona era capaz de dedicarte un "te quiero".
Que conste que soy una enamorada del Mediterráneo, pero ese aspecto me resulta más cómodo, quizás por ser en el que he sido educada, en mi tierra de origen. Sigo sin poder tener un gran fondo de armario, ni invitar a manjares de tres o cuatro platos y postre y sin decir te quiero a una persona más que cuando realmente siento profundamente quererla.
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