2 abr 2014

Nieves Díaz Romero

 
El día 7 de abril esta señora cumple ya sus 90 años. Escribo ya sobre ello, porque a esa edad el tiempo es más importante que a cualquier otra. Tengo la enorme gratitud a la vida de que esta señora se trata de mi abuela materna y estoy orgullosa de llevar su mismo nombre.
Su vida recorre un camino de lucha. Vivió la guerra civil, para comenzar, en su infancia, hija de un republicano que tuvo que esconderse. A veces creo que esos bombardeos y las historias del miedo han marcado su personalidad tan fuerte. A la edad de 20 años perdió a sus dos padres en dos días, justo a poco tiempo de casarse, por una enfermedad desconocida. Se quedó a cargo de sus hermanos menores. Sacó adelante la tienda de sus padres en el Salobral -un pueblo cercano a Albacete- para poder a hacer crecer a sus hermanos y darles alas. Eso le costó el matrimonio y su prometido. Por fortuna, porque así conoció al que fue mi abuelo. A mi abuelo lo conoció tarde para la época -ya que tenía más que "pasado el arroz" por aquellas fechas-. Mi abuelo, Aníbal, fue guardia civil en la época franquista en la sierra de Teruel. Allí habitaban los maquis. Acabó dejándose el trabajo por estar en contra de sus ideas y por miedo. Regresó y ya casados se fueron a vivir a Albacete donde montaron una panadería. La mayor parte de su vida fue panadera. Tuvieron tres hijos, dos de los cuales sobrevivieron y una de las cuales es mi maravillosa madre. Se quedó viuda joven. 
Quizás lo que más siento cuando observo a mi abuela es amor y libertad. No sólo mi amor hacia ella, sino su amor hacia la vida. Vive sola, no quiere vivir con nadie ni depender de nadie. Es una mujer que siempre llega un poco más allá de donde le permite su cuerpo -sin pasarse-, y que siempre pone tensiones esenciales en su vida que le llevan a seguir adelante, a seguir deseando, a seguir pensando. Se está quedando ciega y sale tentando. Se está quedando sin movilidad y sale arrastrándose. 
Otra cosa que siento al verla es dignidad. Porque cualquier situación de la vida la lleva con una fortaleza admirable. 
Y, por su puesto, fortaleza y fragilidad, porque es tan fuerte como sensible y frágil. Para mí este binomio es inmensamente admirable.
Sinceramente, aunque en ocasiones es triste ver que la vida de una persona mayor se agota y que tarde o temprano por ley de vida tendrá que dejarnos, al verla jamás he sentido tristeza. Porque, a pesar de que espera la muerte y sabe que llegará, es capaz de vivir cada día como si ésta no fuera a llegarle ese día.
Querida abuela, te amo con la libertad, la dignidad y el amor que tu propia vida me enseña.

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