Subirse a un tren de cercanías presenta a la mirada un mundo nuevo. En el camino recorrido vez tras otra siempre encontramos hitos de paisaje en el camino que van marcando nuestro periplo. Sí, buscamos esos hitos que nos alegran la mirada, en los que nos identificamos por alguna razón en especial. ¿Qué habrá en este o aquel lugar? Y es en esos momentos que nuestros pensamientos abren su libertad, sí, su libertad porque estamos en movimiento, porque llenamos el recorrido que hacemos una y otra vez con asociaciones tan diferentes, imaginaciones, ensoñaciones. Aquella maleta azul como las que podrían utilizar los tucanes, la gorra que lleva aquel chico que recuerda a la de un alumno, la fugaz escucha detectivesca de conversaciones sacadas de contexto, las expresiones, los gestos, las actitudes, aquel niño que se paseaba con bicicleta el otro día cerca del barrio gamberreando, y que ahora lleva a su hermana de tres añitos de la mano. Y a cada paso, a cada hito de ese camino que recorremos una y otra vez, vamos viendo cómo varían los espacios como las piezas de un lego. La libertad de los trenes de cercanías que mueven sus asientos de una cara u otra, para el niño, para la niña, para los calvos, para los que se marean llendo de un costado u otro.
Y ya llegó la estación de Callosa del Segura, bello lugar con su palmerar al lado de la montaña, un sueño, ese hito, quizás algún día, quizás pueda ser que, quizás en la pescadería al año próximo, quizás vuelva a pasar por aquí esta tarde, o mañana, sí, no lo sabemos, cada recorrido es nuevo.
1 comentario:
En este saco, mi reina, llevo todo lo necesario para construir un mundo.
¿Todo en un solo saco?, veamos.
He aquí el unico elemento necesario.
¿Un simple gasón de tierra?.
Si, se calentará y brotará la luz, y los astros, y las plantas y los animales y...
Hummm... No sé, no sé. ¿Y qué es eso otro que llevas en el saco?
Nada, es un pequeño truco de mago: Llevo una niña sonriendo, de la mano de su hermano... por si falla lo del gasón y todo lo demás.
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