La tiranía del cuerpo
El mandato del cuerpo en ocasiones es la tiranía del cuerpo. Lo que más cuesta de pasar de un estado que uno largos años ha considerado de normalidad a otro es que uno no acaba por aceptar que ese nuevo estado es el de normalidad ahora. Y quiere regresar al anterior. ¡Quién sabe por qué! Porque en ocasiones no era ni siquiera mejor.
Pero, sí, cuando el cuerpo te limita de otra forma lo mejor es aceptar las nuevas limitaciones que te impone el cuerpo para no entrar en la desesperación de querer ser lo que no se es. Pero, he de confesarlo, me cuesta. Me cuesta no ya conocer ahora mi nuevo intestino, que ya es todo un mundo, sino aceptarlo. Me cuesta aceptar que el estómago lo tengo más arriba que antes, que me emboto aunque coma una triste hoja de lechuga, me cuesta aceptar que soy un ser puramente emocional condicionado por hormonas, me cuesta.
En estos momentos siempre recuerdo las sabias palabras de mi hermana: todo es pasajero. Sí, porque la vida lo es, ¿quizás? Pero dile tú a una filósofa de lo perentorio, a ver si lo entiende. ¡Ja! Cuando sólo piensa en rebelarse contra la tiranía, aunque la tiranía venga de su propio cuerpo.
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