16 jul 2011

Fragmentos luminosos LX



Sobre Jardines y afectos

A veces uno dedica tiempo a pensar frente a la vegetación. La vegetación ante la que pensamos en la mayor parte de las ocasiones no es salvaje, porque ahí no está por naturaleza. En las ciudades y campos humanizados, es el mismo ser humano el que decide hacer un parque o arar un campo para cultivarlo.
Además, uno se da cuenta de tal cuestión cuando, recorriendo países, observa las diferentes formas de configuración de los jardines. Esas formas no son azarosas, sino que podríamos decir que el jardín tiene la forma de la cultura que lo concibe. 
Así, uno camina Versailles, o el mismo Jardin du Luxembourg de París, y son las formas geométricas las que predominan. Los árboles están cortados según un patrón concebido por el jardinero. El jardín está pensado antes de que crezca. A fin de cuentas, la naturaleza en esos jardines es dominada y controlada absolutamente por el ser humano, porque no hay ni siquiera una pequeña rama que se salga del camino preestablecido para tomarse la libertad de ser natural.
No ocurre así con el jardín anglosajón. El Hyde Park, incluso el Green Park de la familia real londinense, así como el Großes Tiergarten o el Viktoriapark berlineses, son un camino planteado lo más acorde con la naturaleza. A pesar de que el jardín es plantado por el ser humano, se deja que cada planta siga su curso azaroso.
Si comparamos ambos con el jardín japonés, nos damos cuenta de que tanto el francés como el anglosajón, a pesar de sus contrarias teorías culturales, comparten un precepto común: la profusión de la vegetación es un signo de belleza del jardín. Es decir, cuanta más vegetación haya, más se puede ostentar estéticamente de la obra.
Sin embargo, el jardín japonés es mínimo. Se construye sobre el precepto general zen: "Menos es más". Así, los silencios de la composición son casi más importantes que la propia vegetación. A su vez, la vegetación es mínima. No son grandes árboles los que crecen, sino especies bonsais de tales plantas, porque a fin de cuentas el jardín es el lugar de meditación en el que el ser humano entra en contacto con su estado natural: la minimización en la complejidad.

Si tales preceptos los aplicamos a un nivel individual, podríamos decir que las plantas de cada ser humano se parecen al ser humano que las cuida. Ahora bien, ¿cómo explicar que, por ejemplo, de las cuatro plantas que tiene una servidora, tres sean absolutamente anarcas, y una siga empeñada en crecer de forma geométrica? Supongo que también habrá que contar con la naturaleza propia de la planta. Así, los jardines franceses utilizarán especies de plantas que tengan la tendencia a la geometrización de sus costumbres, los anglosajones plantas que crezcan según la libertad del azar y los japoneses plantas que crezcan según una naturaleza mínima.

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