24 sept 2011

Fragmentos luminosos LXXXII



Más hechos y menos teatro

Los actos humanos, piénsenlo, en gran parte de las ocasiones se valoran no por los fines o los hechos que se resuelvan -o se dejen sin resolver-, sino por la cuestión de que éstos se hagan según la pauta marcada y aceptada por la sociedad.
La sociedad se construye sobre la necesidad de un teatro constante y adecuado a los parámetros aceptados por la mayoría.
Se me ocurre un ejemplo cercano, que es el de la enseñanza y la actuación del profesorado. Desde mi entender, el fin de la enseñanza es transmitir una serie de conocimientos a unas personas que hasta ese momento no los tenían adquiridos. Y ese es el fin que ha de conseguirse.
Ahora bien, ¿toda persona que consiga ese fin es igual de valorada socialmente? Evidentemente no. Sólo cabe pasearse por una sala de profesores -el lugar más gris y petrificante de todo un instituto-, para darse cuenta de que todo allí es un baile de máscaras que, independientemente de qué sea lo que cada uno haga con su tarea profesional, tienen que aparentar ser buenos profesores adecuados a lo que se concibe como buen profesor desde el punto de vista canónico. El buen profesor, evidentemente, sólo puede ir vestido adecuadamente, sin hilos colgando de los bajos de sus pantalones ni enseñando la riñonera. También es un ser peinado a la última moda, sin pelos saliéndose del sitio apropiado. Es un ser serio, que sonríe discretamente y rara vez. Es un ser cuyo tono de voz debe estar en comunión con los gritos de furia justificada por el hecho de que sólo uno se hace respetar cuando grita. Es un ser que debe carecer de sentimientos e instintos. Es decir, por ejemplo, que no se encariña de otras personas, incluyendo sus alumnos, ni puede tener un ataque de hambre o sed.
Y sólo así se concibe que puedan transmitirse los conocimientos. Y podemos preguntarnos, ¿si una persona sonríe o evita los gritos de furia buscando el respeto moral en la coherencia de los actos, no puede enseñar? ¿Lo que realmente descentra a los alumnos de comprender qué es el Ser son unos pantalones deshilachados? ¿Quien lleva pantalones de pinzas consigue explicar mejor el concepto de Existencia?
Sinceramente, me crea bastantes dudas. Y también sinceramente pienso que la valoración del teatro del mundo más que de los actos -sea en este ejemplo, o en cualquier otro- es una forma de maquillar lo realmente importante, que es lo que se hace o no se hace.


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