13 jun 2010

Guadalupe Grande. La llave de niebla


Ocho y media

III

Parece temprano,
parece pronto,
quisiera decir: la ciudad se despierta
o nace el día
o empieza un día más.
Pero no lo entiendo,
no consigo entenderlo:
he bajado las escaleras
y he llegado a un lugar
que dice llamarse calle;
desde luego, no veo náufragos coronados
ni distingo a los viajeros de los comerciantes
ni a los habitantes de los ciudadanos
ni a los ahogados de los turistas
ni a mí de mí.
En este momento,
tan sólo reconozco mis zapatos
y su exuberante y urgente necesidad
por incorporarse al ajetreo de la vía.



Día de limpieza

II
Pero ésta es la epifanía,
éste es el momento de la redención,
éste es el instante,
el constante día de limpieza
que atraviesa en solitaria procesión
las calles de la ciudad
a lomos del cepillo en el que
"todo es símbolo y analogía",
en el que todo es verbo hecho basura,
en el que todo arde en próspera comunión.

Postal IX
(Estación del Norte)

Vienen y van los átomos del duelo.

Se cierra la ventana sobre sus ojos:
hace frío en esta linde
entre el desierto y el glaciar,
en esta frontera en la que florecen
los días que fueron,
los años que no son,
el tiempo que no será.

Cruza el tren la maleta de los verbos hasta llegar aquí,
estación del jardín difunto,
mientras en la noche se cierra
la puerta del último bar.

Poemas extraídos del libro La llave de niebla, Madrid, Calambur, 2004.

2 comentarios:

Maxi dijo...

Si hubiera un lugar
donde crucificar la soledad
en el centro de una puerta,
con un cartel adosado que dijera:
"si pasas, no sales",
sería para dudarlo.
Pero henos aquí, atravesando
cualquier estancia,
que puede ser la última.
Hacia allá está el abismo...
lo sabemos,
pero nos imponemos
la obligación vital de seguir caminando.

NSN dijo...

¡Qué bellas palabras, Maxi!
Quizás no nos imponemos la obligación vital de seguir caminando. Quizás simplemente nos engañamos negando la existencia del abismo.
La soledad más verdadera, real e intangible de esta vida es la voz que acompaña a estos poemas.