Si ustedes buscasen un espejo, y en ese día no lo encontrasen ni tan siquiera navegando sus entrañas, tomen las riendas de su tarde y acérquense a la librería más cercana para comprar el recién publicado libro de poesía Vísteme de largo de Cecilia Quílez (Madrid, Calambur, 2010).
Cecilia Quílez, mujer poeta gaditana a la que "avalan los sueños, mil noches de insomnio y un gesto de rabia" (Ana Martín Puigpelat), nos ofrece a través de su poesía y su poética una reflexión sobre la identidad.
Una mujer doble.
Como aquélla de La sangre de los otros de Simone de Beauvoir, una mujer se buceó encontrando esa identidad escindida. Escindida entre el ser y la espera del ser, entre la esencia y la apariencia. Una mujer doble heredera de la quebrada subjetividad a raíz de la reflexión de la filosofía solipsista. Una mujer vestida por fuera, desnuda por dentro. Una mujer pública, una mujer privada. Una mujer que grita en público con la palabra del desnudo. Y que silencia en privado el corsé de su vestido. Una mujer de seda y piel, a la que le ha sido desvelado el secreto de su yo, el de atrás, en forma de poemario.
Una mujer que comienza sosteniendo su silencio. Está vestida. Pero esa danza de sus peces voladores y sus libélulas mariposa aprendió de la gramática la posibilidad de tener voz coherente. La voz nos abre al mundo. Voz que lucha por salir. "Soy yo el desnudo". Es ella la dilación del desnudo. Y se quita los zapatos, "mira las bombillas que hay en el techo", ama, da a su nombre un garfio hasta que "la estancia se deforma". "Pide más siempre".
Habla esa mujer detrás de la mujer desde el desnudo. La voz la abre al mundo. Y el decir de ese yo privado es proclama que acaba por cambiar el vestido del yo público. Ese yo público, al pasar el proceso de metamorfosis en el que se le impone la tarea de escuchar su otro yo, acaba por mudar la piel. Su vestido ya no es el que era. Se dejó ver lo que había dentro. Su vestido ya no es el que era. Acabó siendo vestida de largo.
Amada no es la ambición.
Vamos, tonta,
tú lo sabes:
La espera es poco nutriente.
Hoy nadie muere por amor.
Mueren por falta de palabras.
____________________
Bailaré mansa en tus pupilas,
cerrará el crepúsculo la llaga sonrosada.
Desnúdame lento y oprime
el murmullo de ave que se agota.
Tiene otra mordida la niebla
que no advierte el filtro del veneno.
El alba está sembrada
de pequeñas muertes insignificantes.
Mi antes fue
una fluvial caída lenta.
Algún día me sujetaron
cabeza abajo
para que pudiera verte.
La mujer que podría ser
no es más de lo que soy.
Si me pierdo, no estoy perdida.
Ve a las rocas de altamar,
allá estaré descifrando caracolas
con iniciales infantiles.
Busca en el acantilado celeste
que señalen mis pies.
Sujétame y no me sueltes
-recuerda: voy descalza-
Perdí el astrolabio
en la constelación de la tragedia.
Yo te he soñado a ti,
he vivido en tu sueño
hilvanando un hábito de dichas
grande y hermoso.
Vísteme de largo
para desvestirme lento.
Anónimo hombre,
vengo a morir de pie contigo
en el alud inconmensurable de la madrugada.
Cecilia Quílez, mujer poeta gaditana a la que "avalan los sueños, mil noches de insomnio y un gesto de rabia" (Ana Martín Puigpelat), nos ofrece a través de su poesía y su poética una reflexión sobre la identidad.
Una mujer doble.
Como aquélla de La sangre de los otros de Simone de Beauvoir, una mujer se buceó encontrando esa identidad escindida. Escindida entre el ser y la espera del ser, entre la esencia y la apariencia. Una mujer doble heredera de la quebrada subjetividad a raíz de la reflexión de la filosofía solipsista. Una mujer vestida por fuera, desnuda por dentro. Una mujer pública, una mujer privada. Una mujer que grita en público con la palabra del desnudo. Y que silencia en privado el corsé de su vestido. Una mujer de seda y piel, a la que le ha sido desvelado el secreto de su yo, el de atrás, en forma de poemario.
Una mujer que comienza sosteniendo su silencio. Está vestida. Pero esa danza de sus peces voladores y sus libélulas mariposa aprendió de la gramática la posibilidad de tener voz coherente. La voz nos abre al mundo. Voz que lucha por salir. "Soy yo el desnudo". Es ella la dilación del desnudo. Y se quita los zapatos, "mira las bombillas que hay en el techo", ama, da a su nombre un garfio hasta que "la estancia se deforma". "Pide más siempre".
Habla esa mujer detrás de la mujer desde el desnudo. La voz la abre al mundo. Y el decir de ese yo privado es proclama que acaba por cambiar el vestido del yo público. Ese yo público, al pasar el proceso de metamorfosis en el que se le impone la tarea de escuchar su otro yo, acaba por mudar la piel. Su vestido ya no es el que era. Se dejó ver lo que había dentro. Su vestido ya no es el que era. Acabó siendo vestida de largo.
Amada no es la ambición.
Vamos, tonta,
tú lo sabes:
La espera es poco nutriente.
Hoy nadie muere por amor.
Mueren por falta de palabras.
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Bailaré mansa en tus pupilas,
cerrará el crepúsculo la llaga sonrosada.
Desnúdame lento y oprime
el murmullo de ave que se agota.
Tiene otra mordida la niebla
que no advierte el filtro del veneno.
El alba está sembrada
de pequeñas muertes insignificantes.
Mi antes fue
una fluvial caída lenta.
Algún día me sujetaron
cabeza abajo
para que pudiera verte.
La mujer que podría ser
no es más de lo que soy.
Si me pierdo, no estoy perdida.
Ve a las rocas de altamar,
allá estaré descifrando caracolas
con iniciales infantiles.
Busca en el acantilado celeste
que señalen mis pies.
Sujétame y no me sueltes
-recuerda: voy descalza-
Perdí el astrolabio
en la constelación de la tragedia.
Yo te he soñado a ti,
he vivido en tu sueño
hilvanando un hábito de dichas
grande y hermoso.
Vísteme de largo
para desvestirme lento.
Anónimo hombre,
vengo a morir de pie contigo
en el alud inconmensurable de la madrugada.
2 comentarios:
Cecilia, muy buen blog. Interesante.
A ver qué opinas de esta blogonovela:
www.elbanqueteysuresaca.blogspot.com
Saludos.
Estimado Darío, el blog de Cecilia es http://ceciquilez.blogspot.com/
Por si quieres comunicarte directamente con ella. Muy buen blog el tuyo, ciertamente. Gracias y saludos.
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