9 ago 2011

Fragmentos luminosos LXVIII


¿Percibes tú o tus congéneres?

¿Nunca se han preguntado por qué cuando algo les huele mal -en sentido literal de la percepción-, les huele mal? O ¿por qué el agua de colonia Nenuco a casi todas las personas que les rodean les huele bien? ¿O por qué la música vietnamita nos resulta tan extraña al oído, mientras el pop no? ¿O quizás por qué les gustan los macarrones, pero con dificultad sacan un buen sabor a un saltamontes frito? ¿O por qué unos calzoncillos asomando por encima del pantalón de sus alumnos puede resultarles normal a la vista, mientras que un burka no? O incluso ¿por qué se dejan tocar más por sus congéneres que los habitantes de Japón?

Pueden ya saber por dónde voy. ¿Percibir con los órganos de los sentidos es un acto natural o cultural? Los mamíferos también utilizan los órganos de los sentidos para comprender el mundo. Es el perfume de las hormonas el que lleva a un macho hacia la hembra, es el sonido que emite una cría de león lo que lleva a ser reconocida por su madre, es el contacto físico en los monos babuínos lo que lleva a reconocerse como perteneciente al grupo. Y así podrían buscarse un sinfín de ejemplos. 
Ahora bien, si la percepción fuese un acto totalmente natural, el saltamontes frito, en tanto que alimento, sería de agrado a toda la población humana del planeta. O el tono de voz de un coreano saludándonos, incluso sin entenderlo, nos haría acercarnos a él, por sernos familiar de acogimiento al grupo. O el perfume de las axilas que nosotros consideramos maloliente no pasaría desapercibido al olfato de un habitante de Togo, ni nosotros podríamos imaginar que un buen perfume corporal pueda ser considerado maloliente para un japonés. O tampoco nos molestaría que alguien nos tocase en exceso si fuese naturalmente una prueba de reconocimiento y pertenencia al grupo. Ni les resultaría escandaloso  a la vista ver a la gente pasear desnuda por la calle.

Y es que la percepción comprende, según las nociones básicas de la psicología humana, dos actos: la sensación y la propia percepción.
La sensación es la estimulación que recibe el órgano del sentido de un estímulo externo. Y esa sensación es la que se transmite a través de los nervios al cerebro. Por ejemplo, la luz del sol que ven mis ojos es una sensación.

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