La experiencia estética de lo local
La experiencia estética de lo local es la experiencia estética de lo consuetudinario.
El ser humano tiende a proyectar en grande. Ése es el gran potencial de su motor generador de vida, vidas, mundos, utopías, luchas.
Sin embargo, en ocasiones el proyectar al macrocosmos nos hace olvidar que somos también microcosmos. Estamos hechos de pequeñas partes, la vida son también chiquitas parcelas. En ellas surge la experiencia estética de lo local. Ésta sólo puede vivirse si estamos atentos con los sentidos a esos sutiles discurrires de la sensualidad cotidiana.
El olor de un nenúfar no escapa a los sentidos si es algo que no acostumbramos percibir. Sin embargo, si a ello estamos habituados, el perfume de azahar puede pasarnos desapercibido.
Los sentidos, como la vida humana, tienden a seleccionar sus percepciones por comodidad a la hora del conocimiento.
La estética de lo local trata de instalarse en la frontera revolucionaria que intenta concebir la belleza de lo consuetudinario con una connotación diversa a la que le es común.
La estética de lo consuetudinario no presupone la condenación generalizada que la sociedad da a lo habitual.
Si por principios alcanzamos a percibir esa bella sensualidad de la estética de lo local, saldremos del círculo de conocimiento que olvida lo que es, para vivir sólo lo que no es.
Macrocosmos y microcosmos son dos espacios de posible conmoción para el ser humano.
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