Vermeer y la proporción áurea
La obra de Johannes Vermeer (s. XVII) comprende apenas unos 35 cuadros. Sin embargo, han sido óleos que han dado lugar a reflexiones revolucionarias en el ámbito de la pintura. Podemos leer ríos de palabras interpretando cada pincelada, sus influencias, sus motivos. Sin embargo, ninguna responde, sino más bien condiciona, la mirada del espectador ante la obra.
El mayor error de un observador es informarse antes de haber sentido el arte. Tantas veces escuchamos el argumento que insta a conocer antes de percibir, como si la Razón tuviese mayor peso en el ser humano que la Intuición como forma de conocimiento. Leemos antes de enfrentarnos a una obra de arte, antes de habernos llenado de su sensualidad, del perfume de los óleos, de las vibraciones luminosas de los colores en nuestra retina. Pero la lectura condiciona nuestra mirada. Y condicionar nuestra mirada significa dirigir nuestras preguntas hacia un prisma concreto. El observador que primero percibe y luego se informa es el que puede preguntarse desde la libertad, para luego intentar responderse. Esa es, desde mi punto de vista, la forma de convertirse en un sabio en el arte.
Pero uno en ocasiones lee antes de percibir, y se acerca a los ríos de tinta escritos sobre Vermeer antes de tener la osadía de tomar el vuelo que le dirija hacia las mínimas huellas trazadas por el pintor. Y cuando alcanza a dirimir los transportes de la ruta de las 35 obras de Vermeer, y concluye su viaje observando en una borrachera lenta cómo pintaba el autor, puede llegar a hacerse una pregunta repetitiva cual obsesión: ¿por qué en los cuadros donde aparece una cartografía en el interior, la unión entre el mapa del mundo y el exterior viene marcada por un punto de tensión de un tercer elemento?
Se me ocurre, por ejemplo, que en Alegoría de la pintura, la unión para la dama que posa entre la cartografía del mundo y el exterior atisbado por la luz de la ventana es el pintor. En Oficial y muchacha sonriente lo es el viajero. En Mujer con aguamanil lo es la jarra de agua. En El geógrafo lo es el compás del cartógrafo. O en La muchacha azul leyendo una carta lo es la propia misiva.
Entre el exterior y la representación del exterior mismo -la cartografía- existe la necesidad de una mediación. Bien sea el pintor, el viajero, el aguamanil, el compás o una misiva, la relación entre interior y exterior no es directa. Y estas personas y objetos mediadores son, a mi entender, para las muchachas que viven la relación, los relatores del mundo exterior reflejado en la cartografía. Existe un hecho incuestionable, y es que la globalidad del mundo no podía ser conocida en el siglo XVII nada más que a través de los relatos de los viajeros, ya que ni Ryanair ni el turismo de masas existían en aquella época. Ahora bien, aparte de por tal cuestión, que no podía ser pregunta para la época, en tanto que no se conocía otra forma de acercarse al mundo, ¿por qué introduce Vermeer el tercer elemento? Es más, ¿es un elemento en discordia o en concordia? Vermeer era gran lector de los clásicos, y esa relación del tercer elemento me recuerda al número de oro de la proporción áurea del canon griego. El tercer elemento también fue punto de perfección en la tradición pitagórica. Y Platón, a cuya Academia no se podía entrar sin tener conocimientos previos de Matemática, en el Timeo, nos recuerda: Es imposible combinar bien el conjunto de dos cosas sin una tercera, se necesita un lazo que las una.
Quizás la relación entre el interior y la luz exterior no sea posible sin tal elemento que nos proporcione un feliz camino. Dejo a ustedes la aplicación de tal reflexión a la antropología filosófica.
2 comentarios:
La cultura es una contaminación, y la razón estructurada y su lenguaje condicionan la percepción. Descubrir versus aprender forman parte de la dialéctica del conocimiento. Tesis-Antítesis.
Pero un bípode necesita el constante reequilibrio para mantenerse en pie, generalmente el movimiento, pero ah un trípode, un trípode nunca cojea. Estará torcido, pero asentado, y se adapta a las irregularidades del terreno:
Síntesis.
El movimiento del bípode es por su afán en la búsqueda de su tercera pata.
La tercera pata del bípedo es la alteridad, el otro. Por eso el bípedo es un animal social por naturaleza. Su búsqueda es el apoyo estable de una raíz que va cambiando. Esa es la sed humana. Esa fue la sed de Ulises, papá. Un abrazo.
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