Ana María Matute en la entrega del Premio Cervantes. De viejita, llena de luz e inocencia, con sus Dulcineas y amigos imaginarios, reivindicando la escritura y la invención de la cotidianeidad, iluminando con amor a los cambalaches sombríos, llenos de galardones y togas, que la rodean. ¡Qué ternura!
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