17 jun 2007
La política lingüística
Cuando uno ha recorrido en un mes gran parte del Mediterráneo catalano-parlante, de ciudad en ciudad, para hacer exámenes, uno y otro, de todos los tipos habidos y por haber de títulos ofrecidos por las diferentes instituciones, se da cuenta de cuán especial es todo el mundo de la política lingüística. Si Claude Chabrol tuviera una identidad española, o incluso catalana, o valenciana, o balear, no dudaría en hacer un film de sociedad radiografiando todas las tipologías habidas y por haber. Es impresionante cómo el tipo examinador de la política lingüística suele tener, sobre todo en las tierras de Catalunya, una arruga muy marcada, casi un surco, en el ceño, que está constantemente fruncido. Sobre todo uno se da cuenta cuando hace el examen oral, y tiene que ponerse frente a frente con ellos. Todos cumplen la misma característica en las tierras de Catalunya, ese ceño fruncido que nos persigue con una mirada que me recuerda a la del coco que nos fabricaban en el imaginario cuando éramos pequeños. Después llega el momento crucial en el que el examinado, para romper el hielo, y avisar de su condición, anuncia que viene de Murcia, y que ha aprendido la variedad valenciana de la lengua (está absolutamente recomendado no decir que se ha aprendido la lengua valenciana, porque entonces en el examinador, aparte del ceño fruncido, aparece una vena muy peculiar que se inflama cerca de la aorta). Después están las jerarquías, las grandes jefas, que suelen ser mujeres rondando los 50 años, tienen una particularidad más especial. Todas las arrugas que se han hecho en su cara a lo largo de los años tienen un índice muy elevado de pertenencia a un estadio entre la mala leche, frustración y depresión. Siempre he pensado que las arrugas son algo muy especial del ser humano. Son siempre aquello que nos delata con respecto al carácter. Hay arrugas bellísimas, y son aquellas que reflejan una vida interior alegre y feliz. Sin embargo, hay arrugas realmente aterradoras, parecidas a las de estas jefas de sección, en las que uno, cuando es más joven, ve reflejada la posibilidad, el abismo humano de llegar a ser una persona como ésa, rondando entre esa mala leche, la frustración y la depresión, y entonces uno se mira cada mañana al espejo, y observa sus arrugas, y se va dando palmaditas en la espalda, para que el día comience, siga y finalice con sonrisas y carcajadas, como el día anterior, y para que así al día siguiente estemos arrugados todavía más en el surco de la felicidad.
Estas jefas de sección son muy parecidas a las secretarias jefas parisinas de una entidad, a las que Claude Chabrol ya ha dedicado más de un personaje. Tienen las mismas características, son poco amables, su trabajo es de cara al público, pero el público les molesta, su trabajo implica pasar mucho tiempo delante de un ordenador, pero lo detestan, y no son capaces de cambiar de trabajo, porque se regodean en el sentimiento de no placer y frustración que tienen cada día. También tienen otra característica, cuando llegan a ser la secretaria jefa de la entidad, o la jefa de sección de la política lingüística, creen que han llegado a la cima de su trabajo (cosa que es cierta), pero piensan que a lo que han llegado nadie puede llegar a ascender, y que es lo más grande de la vida. Así, tiranizan a todos los que tienen trabajando para ellas, para que no se desarrollen como trabajadores y puedan hacerles la competencia. Cuando uno va camino de hacer el examen oral se encuentra en los pasillos a los que dirigen el orden de entrada para la clase en la que se encuentran los cocos. Estas personas, que suelen ser jóvenes, y seguramente explotados con un salario de mierda, se acercan con miedo a la puerta de la clase cuando ha salido el último examinado, abren con sigilo, y piden, con una voz temblorosa, si es posible que entre ya la siguiente persona. A veces se oye un grito enorme de negativa, acompañado de un hedor putrefacto de un haliento monstruoso, como si fuese la basura de los Fraggel Rock. Otras veces da el paso, cual semáforo de tranvía, y el examinado, cogiendo el pequeño escudo de sus apuntes, y un palillo que se encontró bajo el banco, y que lo toma de lanza, entra cual David para enfrentarse al Goliat. A veces, la mayoría, consigue vencer, marcharse de allí, y darse palmaditas en la espalda, de nuevo, para tratar de no asociar en el pensamiento y en las actitudes una lengua tan bella como la catalana, con las políticas lingüísticas que se llevan a cabo con ella. Y llama a una gran amiga, y lo primero que hace es hablar y hablar catalán.
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10 comentarios:
Es genial tu comentario, analizas perfectamente, como un vivisecteur, que diría Musil, el cuerpo de quienes controlan las llamadas "políticas lungüísticas", que en el fondo son no otra cosa que estrategias o procedimientos de exclusión. Tienes la fuerza de identificar las máscaras, eres estupenda.
El anatomista de los lugares de las profundidades, que camina con su pequeño gps filosófico de la vida. Mil gracias, Jarauta.
Receta para cocinar a un burócrata
Cójase a un individuo mediocre,
miedoso ante la vida, receloso con los demás y cuando esté tierno dénsele consignas demagógicas que lo atornillen en un colectivo, en un ente grupal. Suya es la única razón posible -hay que decirle-, todo lo demás lo sacará del alienante brasero de su comodidad mental. Que use unas cuantas martingalas: banderas, patrias, lenguas, pueblos, agravios históricos o familiares... Prohibidas las palabras libertad individual.
Hágase que se sienta débil ante los poderosos y poderoso con los débiles.
Hágasele creer que pertenece a la vanguardia que dirige a un pueblo, que es el hechicero de una tribu, el sacerdote de una religión... pero que ese pueblo no es lo suficiente agradecido y culto como para reconocer su labor de guía.
Y désele como tarea alguna nimiedad repetitiva y superflua que podría hacer una máquina subnormal.
Y ya tenemos a nuestro burócrata obediente reproduciendo lastres obsoletos, al de la máscara que dice Paco, al que se deja expropiar la vida...
Pero ¡cuidado!... debemos estar alertas no vaya a ser que nos cocinemos a nosotros mismos con esta receta, con el tiempo.
Me gusta muchísimo la receta, Maxi, casi de ambiente kafkiano, más irónica incluso. Sí, en la vida siempre tenemos que tener cuidado de no cocinarnos, en el camino, a nosotros mismos con estas tipologías. Todo es cuestión de palmaditas en la espalda. Mil gracias.
Esos ceños fruncidos me recuerdan a los que vi en la ex-yu, que funcionaban exactamente igual. Como si no fuera ya bastante difícil aprender el idioma uno tiene que grabarse las mínimas diferencias (entre los distintos dialectos andaluces hay muchas más) que definen cada "idioma" para no meter la pata: srpski es una cosa, bosanski y hrvatski otra (crnogorski aún no pero tiempo al tiempo). Mientras tanto, el enorme acervo común que une a esos pueblos entre sí (véanse las votaciones que hicieron en Eurovisión, por ejemplo) sigue ahí pero desinstitucionalizado, sin plasmación política alguna: el puente de Ivo Andrić se cayó y nadie se molestó en reconstruirlo. Mientras nadie invente la política de la despolitización, seguiré teniendo reservas con respecto a la política.
Lo peor, Tooru, es que, como tú dices, ni reflejan lo que les ocurre a los ciudadanos, y, es más, los que salen perjudicados son los mismos ciudadanos. He pasado estos días alrededor de 10 exámenes de catalán, y en todos ellos me ponía a hablar con alguien de unos 40 años o más, catalano-parlante de toda la vida, y que se jugaba el trabajo en breve, porque lo echarían del mismo si no obtenía el título, al que llevaba presentándose ya años, pero nunca aprobaba, porque no hablaba el catalán normativo. ¿Tú crees que eso es normal? Han votado los políticos que politizan, y sufren ellos mismos, y sus hijos, que en vez de ser bilingües en las escuelas, cosa que estaría perfecta, son mono-lingües, como nosotros el resto de los españoles, porque ahora sólo se pueden dar las clases en catalán. Yo creo que este tipo de políticas va a repercutir en la población negativamente en el futuro. Y rechazar una lengua como el castellano, que tiene 400 millones de hablantes en el mundo, tan sólo por no sé qué rollos de represiones del pasado, me parece una gilipollez supina.
Uf! tú y yo tendremos un par de charlas en tu próximo viaje, niña, porque no puedo estar conforme con lo que dices... :p
Carmen, parlarem de la política lingüística una altra vegada, quan ens vegem, perquè no he comprés bé quin és el teu punt de vista.
¡Ay Nieves de mis desconocimientos! A caballo entre el vivisecteur, que menciona Jarauta - retomando al bueno de Musil- y entre Larra o Mesonero Romanos. jajajajaj.
Recuerda al amigo Leonard Cohen "Yhe frontiers are my prisons" y las "Políticas lingüísticas" lo son.
Au revoir!
Cuánta razón lleva Leonard Cohen. "The frontiers are my prisons", toda definición es una prisión, y, entre ellas, la definición impuesta para construir identidades políticas. Mil gracias.
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