28 oct 2010

De la soledad de la mujer



Queda tanto por hacer. En ciertas ciudades mediterráneas de países donde se presupone la igualdad, no está tan clara que la situación de la mujer sea igualitaria con respecto a los roles que se asumen.
Un acto de abstracción. Cuarenta y cinco minutos en cualquier plaza del centro de una ciudad de atardeceres rosados. Mujeres correteando tras de niños. Mujeres caminando con las vecinas, hermanas, amigas. Mujeres paseando con sus maridos.
Tan sólo una mujer pasaba sola. Deprisa, a paso rápido, como si tuviera una cita en cualquier lugar, como si quisiera acabar con su estado de soledad mostrando su condición de instantánea.
Parece que la mujer sea siempre en otro. ¿Dónde están esas damas centroeuropeas que salen a tomar el café y leer el periódico en su instante de soledad en el que son ellas frente a sus pensamientos, ellas frente a sus sentimientos? ¿Acaso las mujeres no tienen pensamientos? ¿Acaso las mujeres no tienen sentimientos?
La soledad femenina en estas ciudades mediterráneas es socialmente vista como una condena. Todavía quedan los restos no tan ancestrales que presuponen que una mujer que está sola busca interactuar con alguien. E incluso si se hace pública la soledad femenina se acercan personas a preguntar cualquier cosa con el fin de sacarla de ese instante que se presupone no elegido.

Cuando ustedes interroguen tras un viaje presuponiendo las condiciones de desigualdad en el Otro. Comiencen a preguntarse por las condiciones de desigualdad de roles que asume la propia cultura.

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