M. M. Pizarro
Me gusta esperar que caiga la tarde. Y que el sol se ponga deslumbrando el resto de una cerveza. Acercarme a la cocina habiéndose reservado, y tener que limpiar aquello que queda.
Me gustaba caminar la instantánea de las dos copas, los dos platos, las dos tazas de café en el fregadero. Hablaba de placer de viandas y deseo de costumbres. De la falta de utensilios. Metalenguaje de conversaciones y falacias. De unos cacahuetes con sabor a baca. O quizás del sueño de la película bajo la manta del sofá.
Bella imagen que hablaba de tu ausencia. Mirarla era como adentrarse en la verdad de una fraterna arteria y un cerebro ya digerido.
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