24 jun 2007
El tucán de Bellvitge
Caminaba nerviosamente, casi de puntillas por la calle que me llevaría al IES Pedraforca de l'Hospitalet de Llobregat en el carrer, ni más ni menos, Ingeniero Moncunill. Allí tenía que pasar la primera prueba de la oposición para el cuerpo de secundaria, especialidad de filosofía, acceso libre, no exenta de la prueba de lengua, etc. También tendría que pasar las siguientes, si las hubiera o hubiese. Me sorprendió el primer día cuando leí que tenía que ir a l'Hospitalet de Llobregat. Me dio un vuelco el corazón. Aquello me sonaba a pueblo, sí, no era la Barcelona Ciutat Servei Territorial I que había elegido en la instancia de la solicitud. ¿Me habría equivocado? Miré inmediatamente la Encarta francesa que me instaló aquella argelina kabil, cuyo nombre no logro recordar, en la biblioteca de los mil y un controles de acceso, para bombas, armas, etc., que era la Biblioteca Nacional Francesa. No saben que no hay mayor arma que un libro, porque da ideas y educa. Y algunos de ellos incluso pueden matar, si se lanzan con buena mano, como mucho de los de filosofía, que ya superan las 1000 páginas. L'Hospitalet, l'hospitalet..., ahí estaba, qué alivio, llegaba el metro línea 1 desde la Plaza de Catalunya. Era un pueblo con ayuntamiento separado en una calle del oeste de Barcelona. Qué curiosa valoración, como la de la frontera, que en una calle o ya se sea de allá, o de acá. Y ya se sabe que ser de allá o de acá nunca ha sido indiferente a los prejuicios de cada uno. No es lo mismo vivir en Barcelona que en l'Hospitalet, ya una ciudad tan grande como Murcia, pero que es considerada como uno de los rincones donde viven los que ya no tienen dinero para vivir al Passeig de Gràcia o al barri de Saint Gervasi, es decir, aquéllos que van a servir a los de los dos barrios antes citados, donde la gente del servicio va vestida con su traje especial, mientras pasea a los felices hijos de papá por las calles, los que a fin de cuentas, cuando tengan una media de 28 para arriba se percatarán de que no son más que parte de la decadencia de una sociedad de alta burguesía que no puede sobrevivir en un mundo cada día con menos clases, o al menos con menos clases de niños de papá, o con un índice de niño-papaísmo democratizado. Sí, l'Hospitalet de Llobregat está habitado por un gran índice de inmigrantes, y es un lugar maravillosamente pluricultural, por si no lo sabemos.
Caminaba de camino al IES Pedraforca, pero no antes sin desear pararme en un bar auténtico de barrio, en el que sirviesen cafés, como en todos los bares, pero en el que pudiese observar cómo son las personas y los tipos de l'Hospitalet de Llobregat. Y en la acera de enfrente lo vi. Abrí con tranquilidad la puerta, o al menos dándome palmaditas en la espalda para decirme y mostrar que estaba tranquila, y allí estaba. ¡Qué gran sorpresa! El tucán de Bellvitge, verde intenso tropical con una pluma roja de la revolución que le salía del ala. Sí, era él, el tucán de Bellvitge del que tanto me había hablado Tucán: el gran revolucionario de l'Hospitalet y de Bellvitge, que se encargaba de liberar a los tucanes hechos animales domésticos de la zona de las afueras oeste de Barcelona. Llevaba, como me relató Tucán, un plumero de su mismo color consigo todo el día, y, cuando llegaba el enemigo, o cuando iba a liberar a algún tucán prisionero, se lo ponía sobre la cabeza, y quedaba totalmente disimulada su condición de tucán, ya que realmente parecía un plumero, o al menos así él pensaba, para darse confianza al actuar. Me acerqué sigilosamente cual lagartija a él, y le dije las palabras secretas de la tribu: "revolucionario", "revolucionario", unos segundos en blanco, esperaba su respuesta, ¿era o no era él?, abrió el pico, y, con una lengua algo trabada, porque perdió la mitad en una batalla contra los esclavizadores, respondió: "revolucionario", "revolucionario". Sí, era él, era él, era él, el amigo de Tucán que había venido a acompañarme a l'Hospitalet para darme ánimos en la lucha por el examen del cuerpo de secundaria, especialidad de filosofía, acceso libre, no exenta de la prueba de lengua, etc. ¡Qué ilusión!, así fue, dio tanta suerte que todo fue maravillosamente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
En las calles de la ciudad duermen clandestinos los deseos de la revolución. El relato de tu encuentro con el tucán de Bellvitge es una historia maravillosa en la que se cruzan de la manera más sorprendente tu viaje hacia un instituto de la periferia con el descubrimiento del tucán revolucionario, pronto a construir la red de quienes desean, piensan y están dispuestos a llevar a cabo la libertad. Me viene a la memoria otro viaje, hace años, en los que pude conocer a viejos anarquistas
catalanes, en sus pequeñas tiendecillas del call, pequeños impresores, zapateros remendones, algún viejo relojero..., todas ellas con la foto de Buenaventura Durruti
Ahora veo que la historia continua y que en tu viaje has tenido la fortuna de descubrir el hilo rojo que marca la ruta de los tucanes, que no es otra que la de la revolución.
Todos los tucanes son impresores, zapateros remondones, relojeros, o ellos tucanes. Es así, es la historia real y literaturizada del camino a la reivindicación revolucionaria. Muchas gracias por tus palabras.
Aventurera filosófica, lamento la ausencia en tu revolucionario blog, alcanza al corazón tus palabras, tu análisis de una sociedad fragmentada por las jerarquías, el incesante conocimiento de las gentes del mundo sin importar clase o lugar, esa curiosidad se contagia e inspira para que los demás miremos al mundo con ojos de realidad.
Me alegro que los tucanes unidos por su condición de revolución plaguen ciudades, pueblos y aldeas transmitiendo e mensaje :)
Me alegro también que aquella experiencia saliera bien. Que en la próxima prueba alicantina te espere otro hermoso tucán de rojos y negros colores que den suerte
Alguna veces, ao leer tus posts, vuelvo a creer en la(s) revolución(s).
Gracias por eso, y un beso, que echo de menos las personas interesantes y buenas.
("y me echo de más a mí")
hasta pronto
Rosa, muchísimas gracias por tus palabras. Siempre que estemos con las botas puestas, lucharemos por la revolución, ya sabes tú de esas cosas. El Tucán de Alicante es más Mediterráneo, de la Vega Baja, dice que le gusta subirse a las palmeras y comer dátiles.
Rui, no hay mayor halago que digas que crees en la revolución al leer este blog. Es lo que desean Tucán & Co., que se piense que otro mundo es posible, y que, para que llegue, son las pequeñas actitudes del día a día las que tenemos que cuidar.
También yo me echo a veces de más, supongo que a veces nos cansamos de nuestros pensamientos. Mil gracias!
Publicar un comentario