26 may 2011

Fragmentos luminosos ILIII


¿Scientia potentia est?

Agotada, succionada, inyectada, computerizada axialmente, hormonada y deshormonada, donando mi cuerpo a la ciencia médica corroboré mi teoría de lo que es la ciencia. Tras fórmulas mágicas de aparente exactitud no se llega más que de nuevo a topar con el muro de lo velado, del misterio y la incertidumbre.  Por no decir de la falta de inteligencia emocional que tienen en el trato algunos de los seres humanos que practican la ciencia médica, que con tales exactitudes formulísticas no les cuadra cómo tratar al prójimo.
Siempre sentí cierto escepticismo con respecto a la ciencia, porque a fin de cuentas me pareció que no es más que una limitada forma racional de acercarse a una complejidad caótica de infinitas variables que no entran en los cálculos de un ser humano. Como si quisiéramos tranquilizarnos con explicaciones limitadas. Ahora bien, ¿no sería más digno dejar que lo velado sea oscuro, que el misterio siga su curso, y aceptar que cierta incertidumbre y caos guíe nuestra vida? No podemos controlarlo todo.
No me pinchen más, denme un libro de Aristóteles, un poco de amor, otro poco de amistad, una clase llena de alumnos hiperactivos, un té, y déjenme morir tranquila cuando me llegue la hora.

2 comentarios:

Julia Gallego i Pérez dijo...

Qué poco nos gustan los médicos, eh... Y cuánta magia son capaces de quitarle a la vida...

NSN dijo...

Sí, sobre todo eso último. La ciencia médica nos hace grises, racionales, poco imaginativos, seres pretendidamente mecánicos. ¡Rebelión!