17 nov 2014

Fragmentos mamíferos LIII

 
Generosidad

Dejarse hacer no es fácil. Es un camino de lucha personal contra la losa del miedo humano de quedarse desnudo frente al otro. Todos tenemos miedo al desnudo, porque nos sentimos frágiles, sin las cientos de capas y mecanismos de defensa que hemos elaborado para protegernos. Y eso, efectivamente, nos aterra, porque pensamos que podemos ser abusados. Sin embargo, al abrirse es difícil que otro te agravie, porque por una parte no existen tantos seres humanos con tal maldad perversa en su corazón, y por otra parte porque normalmente al darte el otro comprende el gesto generoso que le lleva a cuidarte. 
Dejarse hacer no es fácil, también porque nos rompe el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos. Al final con el camino de la vida -y como un mecanismo de defensa más- acabamos por pensar que somos así o asá. Pero el enfrentarnos en el desnudo al otro nos lleva a darnos cuenta de que no somos tan así o asá, sino que también de aquella o aquella otra forma. Y negociar el autoconcepto no es fácil, sobre todo cuando uno se concibe como fuerte y guerrero o luchador y tiene que sentirse, en el abrirse, frágil, indefenso y sobre todo expuesto al riesgo y la incertidumbre.
Por ello, por toda esta negociación que debe hacer uno consigo mismo, cuando uno se abre y se deja hacer, está teniendo uno de los gestos de generosidad más sublimes, porque permite al otro que entre en lugares donde normalmente a nadie dejamos entrar.
Sin embargo, resulta necesario para el equilibrio personal tanto el abrirse a dar como el abrirse a recibir -al menos según la teoría del Yin y el Yang de la que parto-. Cada movimiento en Tai Chi, por ejemplo, tiene su fuerza Yang y su fuerza Yin, su brazo y pierna Yang y su brazo y pierna Yin, su lleno y su vacío.
En principio parece complejo. Pero todo es más sencillo. Es cuestión de confianza. Primero de confianza en uno mismo -total, los mecanismos de defensa están ahí y si algún día se tienen que hacer servir, no tendrán problema en salir rápidamente- y de confianza en el otro. Si no tenemos esa confianza con nosotros mismos seguiremos navegando nuestro pequeño mar de inseguridades. Y si no tenemos confianza en el otro, no podrá haber ser humano que nos llegue a amar en un sentido verdadero y profundo de la palabra.

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