Pedalear
Todo vuelve a su lugar. Qué hermosa sensación. El viento cesa. La lluvia es indiferente. El pedaleo de la bici se torna constante, rítmico. Hay algo de hermoso en el pedaleo de la bici. Con ella sabemos el estado interior de la persona. Cuando en un mes una rompe dos pedales, algo se está forzando. Y los que vienen de frente acelerados o contemplando el paisaje. O los que te adelantan y luego han de reducir porque no pueden con su piel. Quizás es eso. Poder encontrar ese ritmo constante que esté en armonía con tu cuerpo, el cuerpo de la bici, el estado del tiempo y el día que te espera. Ser sin gastar más energía de la que se tiene. Estar sin pararse del todo. Eso es la vida, sí.
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