22 feb 2010

Baptiste Debombourg


El arte es también arquitectura. Con él se construyen espacios de habitabilidad. Cada sujeto elabora los suyos. Son estructura mental, lenguaje. También síntomas de aquello que una sociedad vive, la que rodea al artitecto. El artitecto contemporáneo habita en el fragmento, porque fragmentaria es la sociedad que lo rodea. Los hilos de Ariadna se tornan frágiles. Vivimos perdidos sin apenas encontrar salida en el laberinto de la complejidad que nos rodea. La comprensión a través de conceptos no volvió a tener sentido tras aquel silencio de Hoffmannsthal. Así, el espacio de habitabilidad vive quebrado. Quien se resguarda dentro siente la fragilidad de lo que una vez fueron muros de contención filosóficos. Razón, Ser, Esencia perdieron su viabilidad mayúscula para tornarse un conjunto de letras alfabéticas que alcanzan una estable convivencia.
El sujeto contemporáneo es astilla del golpe que ya Nietzsche ofreció al pensamiento. Vivir dentro es más hostil que habitar en el exterior. Los ruidos de la crisis del afuera invaden con violencia los jardines internos. Habitamos quizás la verdad del cerebro humano. Dimos un gran golpe. Desafiamos con un pulso a la vida.
Así Baptiste Debombourg es capaz de hacer visible a través de su serie Turbo o Crystal Palace el malestar feliz de una época.

1 comentario:

Ramón dijo...

He visto unas ilustraciones del mismo autor hechas sólo con grapas sobre una pared, son increibles.