Días del no
Nos acostumbramos culturalmente a valorar los "días del sí". Esos días en los que, sí, las cosas llegan, se tocan, se palpan, se viven, se perciben, en suma, se tienen de una forma u otra en la experiencia fenoménica.
Precipitamos los actos consuetudinarios para convertir cada momento en "momento del sí".
Sin embargo, un día a uno no le toca el gordo de Navidad, no atina a comerse un polvorón que se deshace en el camino hacia la boca, no le salen las palabras para socializar, no llega a coger el tren de la tarde, no se le queda guardada en la memoria la estructura gramatical que desea adquirir, no es capaz de plantear una maleta, no se abrochó el botón de la gabardina en el ojal correcto.
Y piensa, culturalmente, en el infortunio de un día atropellado.
Sin embargo, en esos "días del no" tantas fortunas acaecen por no ser: el bendito silencio, el bendito bienestar del no suceder o la dirección única de la que hablaba Walter Benjamin (Einbahnstrasse). Son días que siempre me recordaron al Dai Butsu (Buda Gigante) de Kamakura, en Japón. Dominaba, torcido de la horizontal, con sus ojos entreverados y su pequeña sonrisa, la vista de la quietud de una ligera brisa de viento en la montaña.
Oh la la! ¡Al fin!
La vida podría decirse que es recorrer el camino desde el eterno suceder de los "días del sí" -no hay más que sentir cuántas pulsaciones por minuto tiene un feto humano- hasta la finitud propuesta por los "días del no".
Precipitamos los actos consuetudinarios para convertir cada momento en "momento del sí".
Sin embargo, un día a uno no le toca el gordo de Navidad, no atina a comerse un polvorón que se deshace en el camino hacia la boca, no le salen las palabras para socializar, no llega a coger el tren de la tarde, no se le queda guardada en la memoria la estructura gramatical que desea adquirir, no es capaz de plantear una maleta, no se abrochó el botón de la gabardina en el ojal correcto.
Y piensa, culturalmente, en el infortunio de un día atropellado.
Sin embargo, en esos "días del no" tantas fortunas acaecen por no ser: el bendito silencio, el bendito bienestar del no suceder o la dirección única de la que hablaba Walter Benjamin (Einbahnstrasse). Son días que siempre me recordaron al Dai Butsu (Buda Gigante) de Kamakura, en Japón. Dominaba, torcido de la horizontal, con sus ojos entreverados y su pequeña sonrisa, la vista de la quietud de una ligera brisa de viento en la montaña.
Oh la la! ¡Al fin!
La vida podría decirse que es recorrer el camino desde el eterno suceder de los "días del sí" -no hay más que sentir cuántas pulsaciones por minuto tiene un feto humano- hasta la finitud propuesta por los "días del no".
4 comentarios:
Leo tus Días del no
y te siento cerca.
Me gusta el brote de tu esperanza, tu libertad... ¡sigue así!
Gracias, siempre gracias, maestro, porque tus palabras son tan importantes en cada paso de la vida y el pensamiento.
No deja de sorprenderme el fenómeno de aprender de mis hijas...
cada día, cada vez más... una especie de regalo del futuro traido al presente. Gracias.
Tus "días del no" son de una profunda sabiduría, pero tienes que ser tolerante con los "días del sí": Para contemplar el paisaje desde la cima hay que escalar y pensar en las generaciones que te precedieron mirando para arriba.
Los que trabajaron, los que soñaron... los tuvieron que echar muchos "días del sí" para nosotros... en fin, nosotros mismos, tú misma.
Gracias por estos remansos donde congraciarse con la vida.
maxi
Qué palabras tan bellas, Maxi. Claro que sí, papá.
Nieves
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