29 dic 2010

Fragmentos digeridos LXXIII


San Paolo Fuori le Mura II

Volver al seno de la incertidumbre. Regresar para reinterpretar la experiencia. Y tornan las mismas cadencias. Los ritmos que aquella mañana de primavera condujeron a tu abismo de belleza y dejaron el silencio mudo de palabras. De nuevo el vértigo. El mármol, las líneas, las columnas, Ni un solo lugar en el que apoyarse. Allá al fondo tu venerado mosaico bizantino. Sola frente al camino de tu presencia. Vértigo, vértigo, vértigo.
La entrada todavía quedaba cerca. Podría haber regresado sin saberte como la última vez que te viví. Sin embargo, el camino de la vida es ya diferente. El azúcar, esa enfermedad crónica. Cuando uno tiene una enfermedad crónica la biografía es constante espera incierta de la llegada de la crisis. Entonces sólo quedan dos opciones. Encerrarse en el miedo y no vivir. O lanzarse al vacío con valentía, porque de todos modos la vida es ya incierta espera de la llegada de la crisis.
Así caminarte. Un paso, otro, poco, otro poco, un paso, poco, otro. No mirar atrás. Un paso, otro, poco, otro poco, un paso, poco, otro. Y, de repente, alzar la vista y verte. ¡Teselas en griego! ¡Benditos dioses del Olimpo! ¡Ahí estás, ahí estás! ¡Constantinus Caesar! ¡Qué levedad de espíritu alcanzar a venerarte en paz después de esta Odisea!
Mientras, un coro de niños cantores entonaba de fondo el Gaudeamus igitur, de autor anónimo alemán, y originalmente llamada Sobre la brevedad de la vida. Qué levedad de espíritu alcanzar a venerarte en paz...

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