6 ene 2011

Fragmentos digeridos LXXVII


El ser humano es sentimental por naturaleza
La capacidad de amar del ser humano diría tiende al infinito. Si algo pretendiese responder a Aristóteles cuando habla del animal social, y del animal racional, alegaría que olvidó la capacidad de amar. Y que, es más, no sería el ser humano ni social ni racional, si no fuese capaz de tanto amor. Ya que si no amásemos, violentaríamos irracionalmente y no crearíamos vínculos de socialización.
La máxima manifestación del amor según la filosofía oriental es el de una madre a un hijo. No hay más que ver qué ideograma se utiliza en China y en Japón para designar al Amor. 好. Éste está compuesto de la mujer -en su parte izquierda- y del niño -en su parte derecha-.
En ocasiones no entendemos de manera teórica y a priori por qué tal concreción del amor oriental. Pero sólo basta tener cerca una persona que se ama embarazada, para comprender todo. Entonces se despierta un amor nuevo, que esta modesta servidora piensa sea el más puro y generoso. Puro en el sentido de que no tiene ningún resquicio de sombra. Generoso en el sentido de que uno acaba entregándose entero al mismo, sin poner ni siquiera una alegación ni condición.
¿Qué me dicen ustedes? El ser humano es capaz hasta de amar algo que sabe está vivo, que nunca ha percibido por sentido alguno, del que no sabe cuál es la personalidad, y al que no le pone condiciones.
Así pues, si alguna vez sienten que sus amores están ya cercanos a la extinción y comienzan a poner trabas y condiciones vitales a su capacidad de amar, ánimo y recuerden que casi todos hemos sido amados así alguna vez, que podemos llegar a ser amados así, y que somos también capaces de dar tal infinitud de amor. Llámenme filósofa idealista, y yo seguiré pensando fervientemente que el ser humano es sentimental por naturaleza.

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