22 ene 2011

Fragmentos digeridos LXXXVII


Pienso, ergo soy mamífero

Metamorfosis. Adquirir otra forma más allá de las posibilidades que puede brindar la presente. En ocasiones sucede de manera natural, como el renacuajo que termina siendo rana. En ocasiones de manera imaginaria, como la pluma que llevó a Ovidio a escribir sobre las creencias de los griegos y romanos en torno al cambio.
La metamorfosis se produce con un desencadenante. Es el tiempo de vida es el que conduce al renacuajo a ser rana. Fue la negativa al matrimonio con Apolo la que llevó a Dafné a transformarse en árbol de laurel.
Pero, ¿qué hay del ser humano con respecto a la metamorfosis? ¿Se han preguntado alguna vez ustedes qué les ocurrió internamente cuando les dieron esos o aquellos besitos de amor? Esos o aquellos besitos de amor transforman la costra del corazón de lagarto en la esencia mamífera que guarda el ser humano dentro de sí.
El proceso de metamorfosis es inverso al que habitualmente sucede en la naturaleza. Uno no se transforma desde un estado de naturaleza a un estado natural, como ocurre al renacuajo, que es natural, cuando pasa a ser rana, que también es natural.
El ser humano tocado por esos o aquellos besitos de amor se metamorfosea durante un tiempo retirando la piel artificial de la aculturación, para pasar a vivir su forma natural de mamífero. Y como tal comienza a comportarse con sus congéneres: cuidados, de entre los de su especie, a los que reconoce como de su tribu, protección, defensa del territorio personal y colectivo, así como entrega al cultivo del espíritu individual y comunitario.

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