El ciudadano de aguas amnióticas internacionales
El estado de gestación guarda en sí un ser humano en potencia. Si recordamos aquella división clásica de la Metafísica aristotélica, potencia son todas las posibilidades que un ser puede desarrollar por el hecho de ser lo que es. El estado de gestación humano guarda, por tanto, ese ser en potencia que irá desarrollando sus posibilidades.
Al conducir la reflexión al terreno de la frontera, ¿cuál es la identidad del bebé que una dama guarda en su vientre? ¿Tiene sexo? ¿Tiene género? ¿Tiene nacionalidad o escala social?
Evidentemente, ustedes me responderían que no. Quizás algunos le atribuirían un sexo cuando a los cuatro meses se atisbase a ver una protuberancia o no en su entrepierna. Pero ninguno me diría que por tener colita es ya un hombre. Tampoco se atreverían a atribuirle nacionalidad alguna, dado que le será concedida según el lugar en el que nazca y según el lugar de origen de sus progenitores. Así como tampoco me dirían si pertenece al alta burguesía o a la clase trabajadora.
Entonces, si me permiten un atrevimiento tal, el bebé antes de salir del vientre es el ser humano con mayor cantidad de libertades. Libre en el sentido de que no es sometido a concepto alguno. Libre porque tiene en sí todo lo que su físico puede llegar a desarrollar. Libre de la mano de hierro de la aculturación. Libre porque, sin ser consciente, se ha convertido en el ser más fronterizo. ¿Vive quizás en aguas amnióticas internacionales?
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