Po
Revivir el mundo mágico, soterrado tras la infancia. Revivir la vida marcada por el instinto, la emoción. Con la sabiduría de un semiadulto y la franqueza de un seminiño. Ese mundo de los sentimientos, desnudo y precario a un tiempo. Azotado y arrullado. Llega el rojo, el rojo del verano. El rojo de un verano de la vida que alcanza con fortaleza. La pasión marca su hito irresistible. La pasión y el deseo pasionado de pasión. Y se abren los ojos en una ciudad ciega a la pasión y ciega de pasión a un tiempo. Los sonrosados rojos de la tarde. Ese bolígrafo rojo con el que se corrige. El deseo de teñir de rojo cada palmera, de traer los rojos romanos o los rojos republicanos, esos rojos de la fraternidad francesa. Los rojos que marcaron la vida. La sangre a borbotones de corazón y meridianos. Como si los años hubieran y no sido en balde. Dejamos de ser cabeza. El corazón brota de fuego.
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